A pesar de no ser (haber llegado a ser) alcohólico ni tampoco anónimo, tengo ganas de empezar como Dios manda: «Buenos días, me llamo Martín Pacheco y hace siete días que no opino..., aunque me parece que este lunes voy a tener una recaída». La verdad sea dicha (¡hala pues, dila!), hay gente que tiene vocación por algo y otros que tenemos bocación por todo: que no podemos mantener la boca cerrada y la adicción a opinar nos lleva al columnismo, a las tertulias y a las cartas al director, cuando no al twitter o a la tribuna del parlamento. Mírenme a mí, o si no, a esos dos grandes bocazas, digo de Arturo Pérez-Reverte y Rafael Hernando. Dos opinadores broncos, contundentes, machos (y no como otros que tenemos la pluma más ligera o quizá suelta). Opinadores educados en expresar sus verdades como puños, de tal manera que cuando dan un puñetazo ya creen haber dicho una verdad.

Parece que a Pérez-Reverte lo del lenguaje inclusivo le parece una tontería y despotrica contra la guía práctica que la Conselleria de Sanitat ha propuesto para relegar el lenguaje sexista en el ámbito de su competencia. Tal parece que a Pérez o Pereza ya le valen las cosas como están o como han llegado a ser, que él debe entender que es como son y deberían seguir siendo. Le parece cosa de tontos y tontas los intentos de quienes desean afilar el instrumento del lenguaje (su uso) para mejor adecuarse a una realidad social que se valora de manera diferente. En fin: entiendo que es una broma puñetazo, porque lo de «criaturas y criaturos» es justo lo que se intenta evitar. Tampoco le falta al académico cintura al incluirse en el apretadísimo grupo de los tontos y tontas al que tantos pertenecemos. Pero hay cosas que son de cajón y no de cojón. Así, por ejemplo: el genérico hombre oculta y niega, jerarquiza e infravalora a las mujeres; sin embargo, el genérico persona nos incluye a todos. No veo qué tiene de tonto ni de rebuscado preferir un uso que no discrimina y abandonar otro que sí lo hace. La cuestión es, pues, cómo podemos avanzar en lo que es positivo.

¿Y qué decir de las intervenciones (la última durante la moción de censura al gobierno de Rajoy) de ese cruce entre la simpatía de Álvarez Cascos y el sentido del humor de Aznar, digo de Rafael Hernando, el portacoz del PP? ¿Qué decir de su lenguaje verbal bronco, insultante, desgraciado y de su lenguaje corporal y gestual perdonavidas, de muecas y ascos, capaz de reírse de nuestra lengua y de ofender a nuestro president, capaz de insultar a las víctimas del franquismo o a la portavoz de Podemos? ¿Qué decir? Pues nada. Ya lo dijo y lo dejó por escrito Jesús Prado el pasado jueves en su Retrato de un miserable.