Pon las tuyas a remojar», ese exactamente es el dicho que me ha venido a la cabeza cuando en las noticias ha salido las dimensiones del gran incendio que en estos momentos aún devasta nuestro país vecino. Este tipo de eventos, del que no se tiene precedentes con tantas víctimas desde al menos hace 25 años, nos muestra los límites de peligro que puede alcanzar la montaña durante episodios de incendio donde la temperatura es de más de 30ºC, la Humedad relativa es de menos de 30ºC y el viento es de más de 30 km/h.

Justo cuando hace poco más de un año del último episodio de incendios que asoló diversos puntos de la comunidad valenciana como Carcaixent o Bolbaite ha llegado este terrible episodio. Los datos que nos van llegando son espeluznantes, hay informaciones que hablan de que cerca de la mitad de las víctimas, unas treinta, fallecieron en su coche durante su huida del incendio. Pese a que desconocemos las circunstancias exactas de la tragedia es evidente que las dimensiones y velocidad de movimiento del incendio han sido tan desoladoras como para que la velocidad de un coche no sea suficiente para escapar.

Independientemente de la cercanía de las urbanizaciones al bosque, que siempre es un factor de riesgo real añadido y además de las condiciones meteorológicas, factores como la cantidad de madera o combustible disponible y su humedad son clave a la hora de que unas eventuales condiciones meteorológicas desfavorables se plasmen en un incendio peligroso o en un gran incendio con riego real para la población. En este último tipo de incendio es incluso el propio fuego el que genera sus propias condiciones meteorológicas, creciendo en tamaño y virulencia de forma muy rápida. Vistas las imágenes de satélite, con multitud de frentes en todas direcciones desde un punto central y las diversas informaciones que nos llegan, no hay lugar a la duda que en Portugal se están enfrentando a un gran incendio de proporciones tal vez históricas.

Así pues, retomando el hilo inicial del artículo, ¿por qué en la Comunidad Valenciana tendríamos que «poner nuestras barbas a remojar?» Pues porque aunque pueda parecer contradictorio debido a la gran humedad que ello comporta, después de las grandes nevadas ocurridas en algunas zonas del prelitoral y sobre todo del interior de la comunidad en el mes de enero, con la rotura de ramas por el peso de la nieve la disponibilidad actual de combustible seco en las copas de los árboles es muy grande. Razón por la que las proporciones y capacidad de destrucción de los incendios en nuestro territorio podría tener también gran peligrosidad. Esperemos no tener que lamentar ninguna desgracia este verano.