La firma catalana de porcelana sanitaria Roca cumple cien años. Gratitud eterna a la empresa que ha convertido a cada español en un soberano que, en la soledad del cuarto de baño, se sienta en su trono, señorea todo lo existente y lo que pudiera existir, desarrolla su imaginación, acumula energías (si no las tiene que emplear en esforzarse) y se plantea nuevos retos. Como el señor Lutero, a quien la inspiración para apostar su alma en la Reforma le sobrevino in latrinis, según confesó. La porcelana sanitaria se diferencia de los sillones de diseño en que es mucho más cómoda y ergonómica, no hay color, espalda bien derecha.
Hubo un tiempo en que el defensor de la infanta Cristina, Miquel Roca i Junyent (en el Telediario decían «Chun Chen» como si fuera de Shanghái) emprendió la Operación Roca, un intento de poner los huevos de España en la cesta del liberalismo. Ni que decir tiene que fue un completo fracaso. En cambio, la cerámica Roca no ha tenido más que éxitos, incluso absorbe empresas suizas y ya es la cuarta del mundo en su especialidad ¿Sólo la cuarta? ¿Cómo se arreglan los chinos? No me lo cuenten, ya me hago una idea. La taza, la pièce de résistance de la porcelana sanitaria, es un invento tan útil como el habeas corpus, como la división de poderes, la aspirina y el sexo oral, y su contribución al progreso humano es de idéntica importancia.
Estamos en el año 100 de la Era Roca. Antes, los artefactos de evacuación eran de un primitivismo estremecedor. El agujero del váter turco producía maestros en el arte de la direccionalidad. El problema es que había muchos malos aprendices. El resto se arreglaba con el corral, el campo o el comú, dios mío qué horror. En cambio la taza es tanto más prodigiosa cuanto más de cerca se contempla: su minuciosa y elemental hidráulica de sifón y boya de cierre, su rumorosa canción en la noche mientras se prepara para la siguiente descarga. Puro lirismo tecnológico. La NASA ofrece una fortuna por un váter capaz de funcionar en la ingravidez. No me extraña. Sobre Roca y la gravedad, se edifican nuestros afanes.
