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Periferias

El viernes pasado el Valencia Basket ganó con todo merecimiento la Liga Endesa tras treinta años de intentos fallidos. Después de una temporada espectacular, venció en la final al todopoderoso Real Madrid por el contundente marcador de 3 a 1. Felicidades al equipo y a la afición «taronja». Gracias por hacernos vibrar de emoción con vuestra gesta.

Pero esta no es una columna de deportes, sino de televisión, y a eso voy. Tuve la suerte de ver el último encuentro en #0 y por momentos no daba crédito a lo que estaba viendo (por el magnífico triunfo) ni, sobre todo, a lo que estaba oyendo (por lo indignante).

Tengo claro que #0 es una cadena nacional, lo que no sabía era que además es del Madrid. No soy un ingenuo, sé que un enorme número de espectadores son madridistas, pero si hay algo que no se puede perder en una retransmisión deportiva que se precie, sobre todo si es doméstica, es la imparcialidad.

Nikola Loncar y Amaya Valdemoro, comentaban el partido como si el Valencia fuera un equipo extranjero y el Madrid defendiera el honor de no sé bien qué. No quiero parecer victimista, así que para que juzguéis vosotros mismos, os regalo algunas perlas dichas por ellos. Al finalizar el segundo cuarto con clara ventaja local, dice Nikola: «Hay que mejorar en el segundo tiempo». ¿Quién debe mejorar? ¿El Valencia que gana de 17? Está claro que no. Y Amaya lo apoya: «Hay que seguir luchando». La reportera a pie de pista, comenta a Felipe Reyes: «¿Qué os ha pasado? ¡Hay que reaccionar!»

Cómo es lógico, al reanudarse el partido, el Madrid reacciona como el gran equipo que es y esto desata el entusiasmo de los comentaristas: «¡0-8, el Madrid vuelve a la vida!», «¡Canastón del increíble Llull!» «Triple del Madrid, ¡Bingo!». Reconocían los merecimientos del Valencia, faltaría más, pero con la boca pequeña y como si se tratara del Fenerbahce, o el Panathinaikos. Yo, encendido: ¡Señores! ¡Qué buena parte de la audiencia vamos con el Valencia, y ustedes son una cadena nacional!

Pero eso es lo que nos pasa por ser periféricos, que nos tienen muy poco respeto. A la hora de financiarnos o de transmitir un partido de baloncesto. Y de todo esto me nace una última reflexión: Necesitamos nuestra tele ya.

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