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Burbujas de saber

Me encontré a Martín Pacheco sentado en la terraza de un bar, cerca de los cines Babel, a la hora del vermú. Exhibía una sonrisa blanca y persistente, fruitiva, de jubilado jubiloso, me contó. La sonrisa del dueño de esa segunda inocencia de la edad respetable. Ahora entiendo mejor la deriva de sus columnas más recientes hacia la flotabilidad, el pensamiento ondulatorio (lo contrario de etéreo: flotar exige un fluido material): el juego de la filosofía y las ideas que dan juego. Leer a Martín Pacheco es un placer baratísimo que va incluido en el precio de Levante-EMV. Se jubilan los profesores, no tengo entendido que lo hagan los filósofos, aunque el silencio y la pesca con caña también son una opción. Una enmienda a la totalidad, quizás.

Mis filósofos son de proximidad, algo así como la farmacia de guardia mucho antes de Más Platón y menos prozac. Filósofos que no exigen una dedicación agotadora (pongamos Hegel o Kant o, mucho mejor, Nietzsche, que trasmutó la pesadez de las salchichas y el tocino en pensamientos incendiados con música divina, no me negarán que tiene su mérito), sino, digo, ese filósofo de cabecera que le da un repaso a fórmulas o formulismos de convivencia y desentraña trampas de etiqueta, tópicos encorbatados. Así descubrí a Fernando Savater. O a Rubert de Ventós. O a Tobies Grimaltos: gentes de sonrisa insumisa y contagiosa frente los «pajilleros de la indignación» (Soto Ivars) que orquestan las redes (y ellas que se dejan) y levantan, cada mañana, un cadalso para ejecutar machistas, obispos y simples desahogados.

Dejo a Martín y sigo con mi propia cuadrilla de jubilados o casi. Enrique escribe cuentos chinos (yo también) entre un balneario y el siguiente y Ramón El Pajarito se estudió a conciencia el debate de la moción de censura. El filósofo Rutger Bregman dice que a los holandeses les encanta pensar que españoles y griegos se dedican a la siesta, pensamientos que «halagan los más bajos instintos supremacistas y tribales». Como la Inglaterra de Theresa May. Como la América de Donald Trump. ¿Filosofía? Sí, con burbujas.

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