Habiendo iniciado a la sazón la juventud de mi vejez, y disponiendo (¡oh dios, cómo me gusta el gerundio!) en tal ocasión de la totalidad de mi tiempo, quiero decir del libre y del esclavo, me ha dado por fijarme en cosas que antes no (quiero decir que antes no me fijaba en ellas). Por ejemplo, en la cantidad de jubilados y pensionistas que va al cine, ya sea al Babel de Tavernier, al Lys de «Señor, dame paciencia» o a las alegres siestas de la Filmoteca. Nosotros (digo de un grupo de dos amigos, y a veces, amigas), por si las moscas, hemos formado un club con doble credencial: la tarjeta de fidelización y la de jubilado (que, por cierto, nunca me piden por aquello de que la cara es el espejo del ADN); y nosotros, digo o decía, para evitarnos rencores nos acercamos a la taquilla y le preguntamos a la taquillera: «Nena, tu quina creus que ens agradarà?» Y obramos en consecuencia. Si alguien quiere apuntarse, esto es como el balneario de Cofrentes y respondemos al nombre de «Fila 7, pasillo».

Dicho esto, tengo que decirles, otrosí (¿otrosí? Sí, otrosí), que no sé por qué lo he dicho, como no sea que, disponiendo de tanto tiempo a la sazón, también he podido fijarme en la «ola de ilusión de la militancia» que quiere cabalgar el surfista Rafa García, sí, ese mismo. Con independencia de que el alcalde de Burjassot puede cuestionar el liderazgo de Ximo Puig y mejorarlo, llevando a la militancia hasta el éxtasis del gobierno o al esclafit de la inveterada oposición todas las veces que quiera, y obedecer ciegamente al destino que le sopla tras la oreja, debería cuestionarse si la «ola de ilusión de la militancia» que aupó a Sánchez es la misma ola de la desilusión que cuestiona en este momento el liderazgo de Puig, que no, y es que uno puede ser el más listo de la clase, pero el más tonto de su casa. Y no lo digo por él (entonces, ¿por quién?). Quiero decir, además, que una cosa es la «ola de ilusión de la militancia» y otra la «ola de ilusión valenciana», dos excesos quizá y que estando las cosas como están, en un frágil equilibrio que medio funciona, sean incompatibles a la vez: no nos vaya a joder a todos por aquello de coger la «ola». Y que conste que yo soy más de Pancho, su perro, que de Puig, pero no aspiro a tanto.

En fin: qué no harán la desaparecida Bonig, el insurgente Moragues y Santamaría, que se cogen el acento de València con papel de fumar y el tranvía a Nazaret como el bosque de Robin, con un president al que no quieren ni los suyos. Y, ya que estamos aclarando contradicciones, ¿debemos dejar agua en el balcón para que beban los pájaros o no debemos para que se joda el mosquito tigre?

No contesten, que me voy a tomar la tensión.