Leído en el periódico hace unos días: «PSPV, Compromís y Podemos piden la regularización del consumo de cannabis (€) desde planteamientos científicos, sociales y ajustados a la legislación más avanzada sobre la materia». La propuesta está participada, entre otras, por las asociaciones de usuarios de cannabis. Pero no solo eso: como afirma el síndico de uno de los partidos, «estamos normalizando una realidad (€) dando un paso adelante en términos de salud y en términos de libertad».

Tan bonito propósito corre el riesgo de quedarse en un hermoso relato justificativo de una decisión que pretendería principalmente -y perdón por decirlo de manera tan brusca- satisfacer a algunos sectores de la población y atraerlos a la condición de votante de esas concretas opciones políticas. Acumulo casi 25 años de voluntariado en una asociación (el Grupo Martes), cuyo objetivo principal es acompañar a personas que desean salir de una adicción y rehabilitarse ante y para la sociedad. Eso me hace discrepar; algunos de los criterios aducidos me parecen parciales y oportunistas. Algún ejemplo:

1. «Estamos normalizando una realidad»: ¿se trata de la realidad del consumo la que se quiere «normalizar»? Como si se tratara de una situación ideal la de porcentajes tan altos de adolescentes -a veces niños- y jóvenes iniciándose sin dificultad en el consumo de cannabis, sustancia a la que se ha quitado gravedad a base de relativizar sus consecuencias negativas (que algunas debe tener€) y de banalizar su consumo como condición casi necesaria para pasarlo bien, para ser más feliz (objetivo que llegamos a considerar como imprescindible para ser persona).

2. «Desde planteamientos científicos»: ¡por favor, seamos serios! Es cierto que hay estudios que inclinan hacia las posiciones llamemos tolerantes. Pero, dejando al margen opiniones fuertemente ideologizadas, se puede encontrar en cualquier bibliografía otros tantos estudios, no carentes de similar base científica, que dudan de aquellas afirmaciones: cuanto menos, admitamos que la realidad no está tan evidentemente vencida hacia ninguna de las opciones.

3. «Un paso adelante en términos de salud»: muy de acuerdo por cuanto se refiere al carácter paliativo de alguno de los principios activos de esta sustancia. Aunque no podamos negar que este uso es, hoy por hoy, muy minoritario, dentro del consumo global de cannabis. Pero, por otra parte, ¿por qué solo el cannabis, si otras sustancias también pueden aportar ese efecto? Pero me surgen más dudas, sobre todo en cuanto pienso en la salud pulmonar o mental, de aquí a algunos años, de tantos jóvenes a quienes el consumo recreativo -iniciado con corta edad- va a producir, efectos que ya se comienzan a observar en la actualidad.

4. «Un paso adelante en términos de libertad»: ¡esta sí que es buena! No creo que se pretenda decir que el cannabis nos hace más libres: fumarlo o no es libre, pero ¿de verdad creemos que fumar nos hace más libres? ¿Hemos de suponer la nuestra como una sociedad madura, en la que el ejercicio de la libertad y la igualdad de oportunidades son efectivas y reales? En cambio, parece que el concepto de libertad -y el nivel que se alcanza en su ejercici- depende de causas sociales, económicas, educativas€ Del mismo modo que parece ser diversa la tolerancia social con ejercicios de libertad, según el grupo social al que se pertenezca.

No aparece en la noticia publicada (aunque tal vez esté en la voluntad de quienes hacen la propuesta) ninguno de estos aspectos que me parecen no desdeñables: ¿garantiza nuestra sociedad un suficiente acceso al ejercicio de la libertad a toda la población, sea cual sea su origen social, características sociológicas y educativas?, ¿se tiene en cuenta el poder que tienen las redes de distribución de droga de controlar/corromper a personas de cualquier nivel de responsabilidad social?, ¿alguien ha pensado en los sectores más frágiles de la sociedad?, ¿lo hace la propuesta?, ¿de qué manera?, ¿en quién se ha pensado al hacer la propuesta?

Ojalá el tripartito que propone este intento de regularización del consumo aporte una solución efectiva para la población juvenil, sin un precio excesivamente oneroso. Para lo cual, sin duda, habría que tenerse en cuenta: la labor preventiva a realizar y la labor rehabilitadora para aquellas personas a quienes la encomiable petición de nuestros políticos no haya servido y, en cambio, sí hayan entrado en el mundo de la adicción, con toda su carga de sufrimiento personal, familiar y social.

Ese sería un buen logro social para toda la población.