Últimamente he debatido con mi amigo sobre la segunda revolución tecnológica en la que estamos adentrándonos, aunque no seamos todavía conscientes de lo que se está cociendo y de la que se avecina. La robotización avanzada -y las máquinas inteligentes- va a suponer un vuelco espectacular del mundo tal y como lo conocemos. Como consecuencia, algunos expertos vaticinan la expulsión del mercado laboral de millones de trabajadores, que se verán abocados al desempleo. Esta nueva situación ofrecerá también ingentes posibilidades de trabajo. Para que se entienda un poco mejor este aspecto, según los analistas, 6 de cada 10 niños que ahora estudian Primaria, trabajarán en profesiones que aún no existen. Por contra, auguran que aproximadamente la mitad o más de los puestos de trabajo actuales habrán desaparecido en 10 ó 15 años, porque los realizarán máquinas. Lo que no queda claro es en qué proporción sucederá esta previsión. En realidad, nadie lo sabe con certeza. Lo que parece claro es que esta innovación destruirá puestos de trabajo (especialmente aquellos empleos repetitivos en los que las máquinas sustituyen a las personas con ventaja). Sin embargo, esta situación se verá aliviada por esos otros nuevos oficios, ahora casi impensables; y redundará en una sociedad con mayor prosperidad, con más oportunidades.

Lo que parece claro es que vamos a una nueva era, la del conocimiento, en la que la formación será continua y de por vida; y que, en consecuencia, hemos de educar a nuestros jóvenes en capacidades intelectuales profundas y con mucha flexibilidad de mente; y menos iterativas o mecánicas, pues las técnicas variarán con el tiempo, quedando obsoletas. Especial importancia cobran, por tanto, y según mi entender, las matemáticas, fundamentos de ciencias (física, química y biología) y en humanidades (lenguas, filosofía, historia, etcétera). Nuestros jóvenes necesitan una gran apertura de mente que les facilite una capacidad importante de adaptación a las cambiantes circunstancias y de innovación.

Todos estos cambios serán relevantes e impactarán profundamente en la sociedad. Sin embargo, la productividad aumentará con la consiguiente depreciación de productos de primera necesidad (alimentación, medicamentos...) y manufacturados. En este panorama se plantean básicamente dos escenarios, que habrá que acometer con mucho tacto, para paliar el drama del paro que desencadenará: impuesto a la robótica; o bien una renta básica, universal e igual para todos, que permita llevar una vida digna, independientemente de que se esté o no en un puesto laboral. Es cuestión de tiempo.