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¿Tránsfugas o náufragos?

Yo es que en el gobierno del tripartito que celebra ahora su bienio y que descansa sobre las espaldas del tándem de la foto, veo trazas de una canción de Sinatra. Cantaba Frank que cuando no estaba cerca de la chica que amaba, amaba a la chica de la que estaba cerca. Qué remedio. Y qué curioso cómo observa Compromís desde la barrera la carrera entre Ximo Puig y Rafa García. Hay en el PSPV a quien le resulta llamativo que la vicepresidenta haya abandonado el retiro voluntario al que la postraron los oltraleaks de las residencias para insistir en que no la busquen en este tema de los socialistas.

Silencio roto. A ver, vale, que no la busquen pero es que ella erre que erre. Ha salido de su letargo para referirse repetidamente a sus camaradas de gobierno. «No soy nadie para intervenir pero no me gusta cómo está el PSPV». I torna-li. La lideresa vice, animal político y lista como Rita, la Gal Gadot del Botànic a punto de completar el «aggiornamento» de su guardarropa -crucifijo incluido-, promete astutamente no utilizar las primarias contra sus socios, que al decirlo es algo así como ratificar a un entrenador en el alero.

Patologías. Es la semana del cumpleaños del tripartito y de los tránsfugas. En cada legislatura debería preverse, y no considerarlo un drama sino más bien una patología de las ideologías, que las rígidas costuras partidistas combinadas con los liderazgos líquidos se descompondrán y que un número determinado de señorías buscará acomodo más o menos oportunista entre los «no adscritos». En valenciano hay un dicho que reza que «quan passen els bous tots son toreros» y eso es tan cierto como que no resulta nada osado afirmar a estas alturas que algunas deserciones estaban anunciadas. No había que ser Gay Talese para intuirlo.

Tránsfugas. El nunca suficientemente anunciado tamayazo de Alexis Marí y sus tres entusiastas compañeros de viaje buscando abrigo en el limbo parlamentario de las Cortes Valencianas, con rumbo sospechoso -y arrullo tripartito- no puede acabar bien. Para ellos digo. Primero porque no se trata de una operación con pedigree, planificada con escuadra y cartabón, avalada por determinada voluntad popular y con masa crítica -como aquella espantà del Bloc de nuestro Arzallus, Pere Mayor-. Vamos, que los disidentes son de la misma camada que los que se quedan. Y segundo porque los cacos están dejando más pistas que el Dioni.

Vivales. Presumimos que los diputados de Ciudadanos que han abandonado la disciplina de su partido pretenden mercadear con sus actas y buscar cariño en el Botànic en un trasunto de transfuguismo de manual, aunque todavía no se haya escuchado a nuestros gobernantes llamarlos así: tránsfugas. Y es que poner apellidos a las cosas es un pelín arriesgado porque las palabras, en boca de estos, son armas de destrucción masiva, algo que Tayllerand -que fue el prototránsfuga- ya reconocía: «la palabra se ha dado al hombre para que pueda encubrir su pensamiento».

Maruja. El transfuguismo es uno de los síntomas del tránsito de la ideología a la patología. El tamayazo definió un oscuro episodio que por motivos espurios acabó beneficiando al PP de los madriles, con quiebra de voluntades implícita y hedor de cloaca. Ahora los tránsfugas que saltan por la amura del barco de Albert Rivera podrían estar soñando con influir en la gobernabilidad de la Comunitat Valenciana llevándose a casa su condición de representante parlamentario como quien se lleva el portátil. Veremos si Marí no se convierte en la Maruja Sánchez del siglo XXI, con todas las prebendas por haber.

«Cazapartidos». Lo de estos tránsfugas es patología -no ideología- porque ni el pequeño Nicolás tiene tantas identidades. ¿Pues no ha cambiado de chaqueta alguno los apátridas cuatro veces en tres años en un viaje lisérgico en busca de la socialdemocracia perdida? Estos exploradores sin fronteras ni complejos -Marí, Aguar y así hasta 100, dicen- son el problema real de Ciudadanos, unas siglas urdidas en la escombrera popular con súbitos ataques de conciencia, progenie en plena crisis de crecimiento exponencial. Es el naranja un partido a la sombra de Albert Rivera, que ha ungido a Fernando Giner con la portavocía en la nueva ejecutiva valenciana. El supralíder homologa así al valenciano con Arrimadas y otros en los bastiones autonómicos de la formación liberal.

Plurilingüismo. Estas patologías y otras no las contará la tele pública que vendrá. Por impuntualidad. Que lo ha dicho la vicepresidenta Oltra: «la tele será de todos y no del Consell». La tele de la «nova Rodoreda» no ha llegado a tiempo para ofrecernos ni eso ni otras patologías ideológicas, como el «incident under rewew» del plurilingüismo. El sostenella y no enmendalla del conseller Marzà en esta cuestión -veremos hasta donde llega su resistencia incluso a los dictámenes de la justicia- está poniendo a prueba a la comunidad educativa, las costuras del Consell y la paciencia del president.

OXIDACIÓN EN FUENTEHERMOSA

Hay imputados e imputaditos, o imputaciones injustas, o imputado regateador. Es lo que deduzco de la nueva política. En esa línea interpreté lo que le contó la vicepresidenta Oltra a Bernardo Guzmán en una entrevista. Presumo -tras lo escuchado- que el síndrome de Fuentehermosa existe. Llámenlo estrategia, ley del embudo, doble rasero o simplemente, llámenlo la oxidación que genera el poder en los cuerpos. A saber: la obsesión de marcar los tiempos ante las preguntas de los periodistas o de la oposición: «ahora no toca eso». ¿Y las comisiones de investigación? Lo que es necesario e higiénico para aplicarlo a los demás no lo es para nuestras cositas. Por no hablar del juicio de valor que merece a quien nos gobierna el concepto del transfuguismo. ¿Pues no se lanza una nueva tesis según la cual los tránsfugas de Ciudadanos no son los que se han ido de un partido sino los que se han quedado? ¿Perdone?

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