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La pérdida de identidad genera depresiones

La pérdida de identidad, una de las consecuencias negativas de la globalización, genera depresiones y vuelve a los ciudadanos más vulnerables a populismos y fundamentalismos.

Tal es el diagnóstico que hace la conocida psicoanalista y semióloga francesa de origen búlgaro Julia Kristeva del estado de ánimo de los franceses y los europeos en general.

Muchos intentan superar esa pérdida adhiriéndose a algún movimiento: "Dado que no soy nadie, intentaré al menos formar parte de un grupo", analiza Kristeva en una interesante entrevista con el diario Süddeutsche Zeitung.

"El ritmo tan acelerado al que se producen los cambios da tanto miedo a la gente como el aislamiento y el propio discurso político, que está demasiado centrado en la coerción económica", explica.

"A ello se suma la bancarrota del humanismo, que, al igual que la Ilustración, criticó con toda la razón el abuso y la degeneración de las religiones, pero ni uno ni otra consiguieron a cambio salvar o recrear los beneficios derivados de la experiencia religiosa".

"Con su discurso hipereconómico, la política se ha alejado totalmente del ser humano", sentencia la que fue estrecha colaboradora de Roland Barthes y otros posestructuralistas.

"Los humanistas no tenemos más que fórmulas secas en respuesta a las grandes preguntas sobre el sentido de la vida. En Francia: libertad, igualdad, fraternidad", agrega la también filósofa y feminista.

"El tratado fundacional de la Comunidad Económica Europea se centraba exclusivamente en lo económico, dejando de lado la cultura y la historia y hoy sentimos que hay un enorme vacío en el corazón de Europa", explica Kristeva.

Tal vez eso tenía que ser así en aquel momento, pero hoy, explica, habría que investigar la historia tanto en lo que tiene de destructivo como en lo más valioso y digno de conservación.

"Habría que conservar y fortalecer ideas y conceptos netamente europeos como persona, singularidad, libertad para contraponerlos como anticuerpos a los efectos de la globalización", afirma la psicoanalista, para quien "la visión europea del mundo es lo mejor que existe en este momento.

"Estados Unidos o China, no ofrecen soluciones, sino que exigen la sumisión a la fuerzas del mercado, la política o la técnica", critica Kristeva.

En la entrevista, la intelectual francesa se refiere también a lo que sucede en su país de adopción y concretamente al problema de la integración de los jóvenes de familias originarias del Magreb.

Para esos jóvenes, el árabe "es el idioma de la verdad, de la familia , de los sentimientos, el francés lo manejan superficialmente como un código. Nada saben de Francia, de su cultura y su historia".

"Lo francés es como una piel muerta. Y eso es peligroso porque esos jóvenes sufren de una división de la personalidad. No están en guerra con Francia, pero sufren sin poder expresar sus sufrimientos".

"A la mínima pueden perder el rumbo", agrega Kristeva, para quien ello significa la quiebra de todo un sistema. Hay "un trabajo enorme que hacer, un trabajo individual con cientos de miles de personas", señala Kristeva, que se declara "pesimista" aunque añade: "De mi pesimismo saco un ingenuo optimismo".

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