Todos los años, al acercarse la mágica fecha del solsticio de verano se celebra la Feria Esotérica, Espiritual y Alternativa de Valencia. Un bullicioso evento en el que se ofrecen muy diversas actividades y además se vende una muestra de casi todo lo relativo al mundo de lo «mágico y espiritual». Allí se ofrecen talleres como «terapia de cuerpo y mente a través de la danza» o para «aprender a detectar energías negativas y saber si nos han hecho un trabajo de magia o echado mal de ojo» (con regalo de amuleto protector) o «armonización de viviendas y terapia personal con orgonitas y pirámides». Y conferencias: Astrología india, Quiromancia con el tarot, Numerología kármica y transgeneracional, Registros akásicos€ ¿Todo un poco estrafalario pero al fin y al cabo inofensivo? Tal vez.

Si algo tienen en común actividades tan diversas es algo de lo que la feria presume: su alternatividad y esoterismo; es decir, su deliberado alejamiento del sentido común, de la racionalidad y la ciencia real. De aquello que empezó en el Renacimiento y la Ilustración y ha permitido a la civilización superar el oscurantismo de eras lejanas donde la ignorancia, el pensamiento mágico y la superstición imperaban, y donde las religiones organizadas dominaban las vidas.

Se aducirá que podemos apreciar la importancia del pensamiento racional sin por ello renunciar a pasar un rato dejando volar la imaginación. Al fin y al cabo, cualquiera puede gozar de la magia y el misterio en la música la poesía, el cine... Gran parte del valor de estas actividades humanas reside precisamente en la construcción de otra realidad. Y es cierto; la ciencia no es la única manifestación valiosa del conocimiento humano; que no nos ciegue el cientificismo. Quién puede negar lo placentero y hasta saludable de sumergirse en los mágicos mundos de Star Wars, Harry Potter o El señor de los Anillos; de disfrutar de esas realidades imaginarias para después volver al universo real de nuestras vidas. Entonces, ¿qué hay de malo en estos festivales?

Hay no pocas personas que creen posibles entidades y hechos sobrenaturales, y que lo esotérico existe. Son víctimas fáciles de embaucadores que les venderán aquello en lo que quieren creer. Además, aquellos que apreciamos la ciencia, y más aún si la enseñamos, observamos que estos espectáculos extravagantes siembran y refuerzan esa irracionalidad, incuban mentes refractarias al conocimiento científico del mundo y, en suma, interfieren con esa educación científica de la que una sociedad informada y verdaderamente libre depende.

Filósofos y científicos que participan en la comunicación de la ciencia han destacado la necesidad del escepticismo, de pensar críticamente, de aprender a diferenciar el conocimiento científico de las pseudociencias y de la importancia de combatirlas. Porque una sociedad crédula, sin cultura científica, es una sociedad débil, enferma y manipulable. Carl Sagan, en El mundo y sus demonios, afirmaba: «La ciencia, más que un cuerpo de conocimientos es una manera de pensar».

La Asociación Valenciana de Astronomía, recientemente colgó en su muro de Facebook un breve vídeo con imágenes de Júpiter obtenidas por Juno, esa sonda robótica que ahora mismo sigue explorando aquel mundo lejano. Hay más magia y misterio -además de incuestionable belleza- en esas imágenes que en todas las ferias esotéricas que se puedan celebrar en el mundo; y además no confunden, sino enseñan, porque son parte de la realidad.