Los hombres han tenido todas las ventajas de contar su propia historia», escribió Jane Austen. Mayoritariamente, eso sigue siendo cierto, Pero, poco a poco, las mujeres vamos poniendo a las mujeres en el lugar histórico que nos corresponde. A veces, ayudadas por algún hombre, justo es reconocerlo.

En sus novelas, Jane Austen revela el negativo efecto de educar a las mujeres para la vida doméstica e ilustra cómo esa educación deja a las mujeres indefensas y sin medios de protección en un mundo dominado por hombres. Aunque las mujeres contemporáneas, al menos en el mundo occidental, disfrutamos de una educación prácticamente igual a la de los hombres, todavía padecemos las consecuencias de un viejo legado que nos negaba el acceso a la educación formal. Por ello, hay mujeres y hombres que, todavía hoy, piensan que hay algunos actividades y campos científicos o tecnológicos propios de hombres (ingenierías, por ejemplo) o de mujeres (educación infantil, por seguir con los ejemplos). Este es un fenómeno que en otros lugares he definido como histéresis de género. Frente a esta histéresis de género, a estos prejuicios, a esta mentalidad obsoleta respecto a lo que son o pueden ser las mujeres, creo que las mujeres de hoy en día, con orgullo, debemos defender lo que hemos alcanzado en poco más de 100 años de derecho a estudiar en las universidades en nuestro país y menos de 40 años desde que dejamos de depender legalmente de padres, maridos o tutores para decidir nuestra propia vida.

La mejor forma de mostrar lo que hemos alcanzado y contar nuestra propia historia, se revela en unas cuantas cifras que, aunque evidencian desigualdades de género, notables en algunos casos, en su conjunto, dan una visión optimista de lo que hemos alcanzado. Estos logros son la fuente de nuestro orgullo. Destacaremos algunos ámbitos. El empleo, por ejemplo, donde el 70 % de las mujeres (frente al 80 % de los hombres) son activas, esto es o están empleadas o buscan empleo y en los últimos 10 años la tasa media de empleo de las mujeres ha estado entorno al 45 % (entre 5 y 10 puntos menos que la masculina). Frente a un 5,8 % de hombres emprendedores tenemos un 4,7 % de emprendedoras.

Pasemos a la educación. El abandono escolar entre las niñas es del 15 %, mientras que entre los niños es del 24 %. En educación superior, casi el 60 % de las nuevas titulaciones de grado las reciben mujeres y éstas reciben el 50 % de los doctorados. En la política y la Administración, los datos son parecidos. Así, en la Administración General del Estado, las mujeres ocupan cerca del 30 % de los puestos de libre designación y las diputadas y senadoras ocupan casi un 40 % de los escaños. En el Poder Judicial las mujeres han superado a los hombres: juezas, magistradas y fiscales son cerca del 60 %. Y todo esto ocupándonos como nos ocupamos del 90 % de la atención a personas dependientes y a su bienestar, lo que viene a suponer un ahorro de 35 % del PIB del país. ¿No es para estar orgullosas y quejarnos de los prejuicios con los que todavía se nos juzga?

Dejaremos para otra ocasión las desigualdades que estas cifran globales significan, pero hoy celebramos la obra de una gran escritora, de cuyo fallecimiento se celebran 200 años hoy, 18 de julio.