Mientras volvemos al calor en gran parte de España, con la monotonía anticiclónica y el aire sahariano inyectándose en capas bajas, en el océano Pacífico la temporada de tifones ha empezado muy movida. Realmente, en el Pacífico noroeste la temporada de ciclones tropicales está activa todo el año. Aunque en los meses cálidos del año aumenta la frecuencia de desarrollo de estas estructuras ciclónicas de alta energía. Pues bien, desde hace unos días circulaban dos ciclones tropicales sobre esta cuenca oceánica, sobre los paralelos 25º y 30º norte, al este de Japón. El tifón Noru y la tormenta tropical Kulap. Muy junto uno del otro. El tifón con vientos por encima de 120 km/h.; la tormenta tropical menos violenta pero con vientos constantes por encima de 90 km/h. Diversos medios científicos y de comunicación señalaron la posibilidad de que tuviera lugar un proceso de fusión entre ambos, conocido como «efecto Fujiwhara», denominación que hace honor al meteorológico japonés que en 1921 describió el fenómeno de fusión de dos fluidos con circulación ciclónica. En esencia, se trata de un proceso físico por el cual la estructura ciclónica más potente, el tifón en este caso, absorbe al menos intenso, hasta conformar una única estructura que gana en intensidad. En este caso, se pensaba que Noru podría engullir a Kulap y formar un tifón muy intenso con una trayectoria que discurriría próxima al sur del archipiélago nipón. Las imágenes del satélite meteorológico japonés Himawari mostraban la belleza de estos dos ciclones tropicales en un movimiento armónico sobre el mar, a modo de danza siniestra de fusión. Pero finalmente no se ha producido el efecto Fijiwhara. La tormenta tropical se ha ido deshaciendo a partir del día 26 de julio, mientras que el tifón Noru, por el contrario, se ha intensificado, adquiriendo sus vientos una velocidad constantes de 180 km/h. Son las maravillas que nos ofrece el mundo de la meteorología tropical, tan atractiva, pero aún muy desconocida en sus procesos.