Lo último que he escuchado sobre el tema surgió a raíz de un comentario de una amiga que contó que hace poco tiempo volvió a ver la serie Friends al completo (hay gente a quien gusta de vez en cuando desconectar viendo series y películas que me recuerdan momentos pasados felices). El caso es que de repente, en uno de los capítulos, Phoebe, el personaje excéntrico por excelencia de esta y de todas las series venideras, decide tener la descendencia de su hermano ya que éste y su mujer no pueden tener hijos/as. Cuenta que vió ese capítulo cuando tenía 18 años y en aquel momento no le suscitó ninguna reflexión, ni debate interno, ni siquiera mereció ningún tipo de comentario en voz alta por mi parte del estilo «Vaya tela». Recuerdo ese momento y me espeluzno de mí misma. En otros países esta cuestión ha sido debatida largo y tendido desde hace años mientras que España, como en muchas otras cosas, ha quedado a la zaga (y no me refiero a Eurovisión precisamente).

La conciencia feminista que he adquirido con el tiempo me ha abierto los ojos en muchos temas, pero es esa visión global que te proporciona lo que más valoro. Cualquier tema que atañe al cuerpo de las mujeres debe ser una prioridad para nosotras y nosotros, para la sociedad, para los partidos políticos, para el feminismo, porque cuando el capitalismo pone el ojo, la bala siempre impacta en cuerpo de las mujeres y solo por eso cualquier paso en ese sentido sería un grave retroceso para todas nosotras.

Como mujer soy consciente de que la práctica de la gestación por sustitución -lo que se llama en radical vientres de alquiler, otros le llaman maternidad subrogada; algunos, los radicales en versión neoliberal, le llamará donante de útero, cuando en verdad es la capacidad de gestar lo que está dando la mujer- es una realidad. Es innegable que, en estos momentos, la práctica de la gestación por sustitución se lleva a cabo en muchos lugares del mundo vulnerando derechos fundamentales de mujeres, niñas y niños. Pero€ el problema en sí mismo no reside en la regulación o no, sino en cómo se ha planteado el debate con el desembarco evidente de intereses comerciales en su aprobación. No podemos permitir que la velocidad del capitalismo decida cuándo o no podemos legislar, aprobar y presupuestar sobre una norma. Y, de nuevo, con la colaboración exquisita, en cuanto a su capacidad de vulneración de derechos humanos, de Ciudadanos se nos está imponiendo unos ritmos que no permiten el debate pausado, sosegado y participado entre mujeres primero, y en la sociedad segundo. Al contrario, se favorece el debate de confrontación y agresión mediante el insulto, como puede comprobarse en redes sociales, y así€ a ningún lugar bueno nos llevará, pero sobrevivimos. De nuevo nos toca a las mujeres y a los feminismos emprender otra lucha titánica y duradera. Pero ganará el sentido común de que «no somos vasijas».

Menos sangre de mi sangre, y más adopción. Mientras me viene a la mente las imágenes de películas de ciencia ficción, en donde aparece la típica escena de cuerpos flotando y conectados a tubos, inertes y produciendo€ no sabemos qué.