Calor, esa es la palabra que escuchamos allá donde vamos estos días, en la calle la canción del verano ya no la acompaña melodía, pero su estribillo es muy repetitivo, «es el verano más cálido que recuerdo, ¡esto ya no se puede resistir!» cierto que con muchas variantes, pero todas con el mismo significado. Pero los termómetros no mienten, mientras junio sí que fue un mes muy cálido el pasado mes de julio ha entrado dentro de los parámetros normales. Pero, pese a los datos, ¿la sensación de calor que tenemos está justificada?

Como muchos bañistas habrán ya comprobado, en plena canícula como nos encontramos ahora no es lo mismo bañarse en el mar en días de poniente que en días de brisa débil, en el primer caso al salir del agua el viento, aunque esté por encima de 35º nos refresca la piel y notamos alivio, puesto que al tener escasa humedad el aire que nos sobrevuela, el agua se evapora fácilmente sobre nuestra piel, robándonos de esa manera energía calorífica de nuestro acalorado cuerpo. Por el contrario, en días de brisa la temperatura del aire en la costa es prácticamente la misma que la del mar 28-30 grados y la humedad alcanza valores de 70-80% a mediodía, con lo que el aire se encuentra prácticamente saturado de humedad y cuesta mucho más secarse el agua, con lo que el efecto refrescante es mucho menor. Este ejemplo, aunque nos parezca que no, tiene la clave para resolver el misterio de por qué estamos notando un verano tan exageradamente tórrido en nuestro rincón del Mediterráneo. Se trata de la humedad, el calor húmedo evita que nuestro cuerpo evacúe bien el calor y que por tanto tengamos que producir un exceso de sudor para forzar una mayor evaporación sobre nuestra piel y así mantenernos en temperaturas dentro de unos márgenes saludables. Así pues este exceso de humedad, -provocado precisamente por un mar anómalamente cálido, rozando valores de 30ºC, raramente vistos por aquí- implica que si bien las temperaturas máximas no se enfilen mucho en la mayor parte de días gracias a la brisa marina, las temperaturas mínimas en la costa difícilmente bajen de 25ºC por la noche y que incluso en episodios como el vivido días atrás en ciudades como Palma de Mallorca no bajen de los 30ºC durante toda la noche. Valores que sin duda son más propios de latitudes ecuatoriales y a los que por aquí aún no estamos acostumbrados.

Así que se podría decir algo así como «de aquellos calores estos sofocos» puesto que el hecho de que el calor canicular se adelantara a junio ha provocado que la anomalía térmica resultante en el mar Mediterráneo sea muy cálida y que por tanto haya aportado un mayor potencial al mar para insuflar humedad en el ambiente y condensar nubes bajas nocturnas, que funcionan a modo de manta conservando el calor en la superficie terrestre. Por cierto, ¿sabían que el gas de mayor efecto invernadero es el vapor de agua?