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Caos en la Casa Blanca

El caos parece haberse apoderado de la Casa Blanca con un presidente que mantiene conversaciones increíbles con líderes extranjeros, firma sanciones contra Rusia en las que no cree, amenaza a Irán y amonesta a China por su supuesta inacción en Corea del Norte.

Las transcripciones de las conversaciones de Donald Trump con su colega mexicano, Enrique Peña Nieto, y el ex primer ministro australiano, Malcolm Tunbull, rozan el surrealismo y muestran a un político mendaz que, amén de ignorante, no parece estar en sus cabales.

Al primero le instó, como sabemos, a no seguir diciéndole a la prensa que no pagará el muro entre los dos países después de que anunciase él mismo a bombo y platillo durante la campaña que obligaría a los mexicanos a pagarlo.

En su intercambio telefónico con Turnbull, Trump critica en términos nada diplomáticos al entonces primer ministro australiano por haber aceptado firmar con Barack Obama un "estúpido acuerdo" para el reasentamiento en EEUU de refugiados que llegaron por barco a Australia y que ese país se negaba a admitir en su territorio.

"Odio tener que acoger a esa gente" por culpa de ese acuerdo, dijo Trump, quien, tras escuchar de boca de Turnbull las razones por las que Australia se negaba a aceptar a cualquiera que llegase ilegalmente, aunque se tratase de un premio Nobel, le espetó a su interlocutor: "Es una idea excelente. Tendríamos que hacerlo nosotros. Eres peor que yo".

La publicación de esas conversaciones, que muestran a un presidente a la vez ignorante y soberbio, incapaz de informarse antes de tratar asuntos bilaterales con un líder extranjero, convierten una vez más a Trump en el hazmerreír del mundo.

Y sería ciertamente cómico si no se tratase del hombre más poderoso del planeta, de un presidente ahora humillado por haber tenido que ceder a las presiones del Congreso y firmar unas sanciones contra Rusia que ponen fin a la política de apaciguamiento en la que sólo él parecía creer. Unas sanciones que Washington no ha consultado con sus aliados europeos, que temen verse también económicamente perjudicados, lo que amenaza con provocar nuevas fricciones transatlánticas como ya se ha visto ya con las reacciones inmediatas de Berlín, Bruselas y otras capitales europeas.

Parece claro que una de las cosas que persigue el Congreso de EEUU con ese castigo a Rusia por su anexión de Crimea es frustrar la construcción del segundo gasoducto del mar del Norte entre Rusia y Alemania en beneficio de las exportaciones norteamericanas de gas licuado a Europa.

Súmanse a todo ello las sanciones contra Irán, en las que sí coinciden Trump y el Congreso, y que sólo parecen buscar el descarrilamiento del acuerdo con Teherán en materia nuclear en cuya observancia tan interesados están, por el contrario, los europeos.

O las amenazas a Corea del Norte y de paso a China por no hacer nada para meter en cintura al despótico líder del país vecino: Trump parece incapaz de entender las dificultades de la empresa y el interés de Pekín en que no se desborde allí la situación porque provocaría la huida a China de miillones de personas.

Y para completar el panorama nos llega la noticia de que el fiscal especial de EEUU ha seleccionado a los miembros de un gran jurado que investigará las supuestas interferencias rusas en la pasada campaña electoral para desprestigiar a la candidata demócrata, Hillary Clinton, y facilitar el triunfo de Trump.

¿Está cada vez más cerca el impeachment de un presidente que no parece creer en la separación de poderes y para quien gobernar EEUU es como dirigir su empresa familiar?

Y si llega el caso, ¿cómo reaccionará alguien tan errático, tan imprevisible?

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