Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Despacito

La cosa alcanza niveles que se escapan al entendimiento, así que al estar Íker Jiménez y señora de vacaciones, el asunto se complica -¿están de vacaciones, o la nave de la risa no descansa jamás?-. No es un fenómeno extraño, incluso puede que el material aquí traído escape a los intereses de «Cuarto milenio» -no creo, la verdad, porque a esta peña le interesa cualquier mamandurria que no pueda explicar con sabia determinación Belén Esteban-. Lo cierto es que, según colijo, soy el único español que a estas alturas de mes, y tras algunos de matraca, no sólo no ha escuchado «Despacito», la copla de un tal Luis Fonsi y otro macarra de nombre Daddy Yankee sino que al escuchar trocitos de esa pieza de ritmo chinda chinda me han dado como arcadas, como repelo, como asco. Ah, no entiendes nada, me dirán los amantes de estos ritmos calientes que a mí, qué quieren que les diga, me suenan todos iguales, todos.

El producto comercial lleva meses dando tumbos en discotecas horteras, en emisoras populares, en Youtube, en piscinas infernales donde sólo se escucha éste y castigos similares con sus ritmos intercambiables. ¿Y qué tiene que ver este desahogo con la tele de la que aquí se habla? Tiene que ver porque «El programa de verano», con Joaquín Prat al frente mientras la reina descansa, trató el otro día de dilucidar si la letra de este mojón es o no machista. Para ello contó con expertos, los mismos que saben de todo, y llegaron a la conclusión de que podía serlo, pero que no hay que tener la piel tan fina, como piensa sobre la corrupción Rafael Hernando, PP, cada vez que dice que la persiguen a muerte. Todo muy profundo. «Despacito» nos olvidaremos de todos.

Compartir el artículo

stats