Estoy asombrado, asustado y consternado. La barbarie, sea por la causa que sea, siempre es deleznable. Con tantas tecnologías, con tanto adelanto sabiendo más y más del cerebro humano (si es que tenemos) y lo mal que hemos organizado este mundo con resquemores, intolerancias, imposiciones y violencia.

Ni siquiera sabemos contar los sucesos en los telediarios, traspasando una y otra vez la frontera de la información para adentrarse en el efectismo, aunque nos adviertan que las imágenes que van a emitir pueden herir la sensibilidad del espectador, si es que le queda. Eso sí, las repiten una y otra vez para asegurarse que nuestra sensibilidad ha dejado de existir; todo ello haciendo caso omiso a la policía, que pide prudencia y control. O preguntan a familiares que rompen en un llanto inevitable, llanto de rabia y de dolor, lo cual no es noticia, solo la consecuencia terrible de un acto execrable. O dan la palabra a testigos que repiten una y otra vez la película de los hechos, generando un clima de catástrofe que multiplica los efectos del crimen.

Hemos de buscar otras maneras de informar con objetividad, separando la noticia de la opinión, remitiéndose a los hechos. Sin abusos afectivos, distinguiendo los límites, sin especular, no insistiendo en lo ya conocido; todo ello sin restar un ápice a la verdad y al derecho a la información.

Como imagino también que también hemos de plantear otra manera de abordar los problemas. Hemos de gestionar las consecuencias, y para ello es fundamental el papel de la policía y la cohesión de la ciudadanía, sin duda alguna; y también hemos de gestionar las causas, y para ello es fundamental el papel de las políticas, esas que vigilan y evitan. Las otras, las políticas del desafío y la amenaza, esas vuelven a convertirse en causa propiciando un círculo de barbarie.

Estamos en el siglo del futuro, un siglo a punto de llegar a la mayoría de edad cuando cumpla 18 años, y hemos avanzado mucho en la ciencia y poco en la paciencia, en el diálogo, en el acuerdo. Así corremos el riesgo de que este siglo mítico se convierta en uno más, o incluso peor, con estadísticas terribles, precipicios abiertos y heridas graves.

Sería fatal porque la mayoría de nosotros ya no tendremos otro siglo para reaccionar.