Semanas complicadas éstas de septiembre, en todos los aspectos. En Cataluña se ha consolidado una fractura social que tardará años en soldarse, si es que alguna vez se consigue. Y con lo sencilla que sería su solución, ahora ya es tarde. En Portugal, los vecinos de las zonas afectadas por los incendios forestales de este verano piden justicia e indemnizaciones. Con lo fácil que hubiera sido evitar estos fuegos o reducir sus efectos. Pero ahora ya es tarde. En Texas y ahora en Florida se reclaman ayudas para recuperar los cuantiosos daños por los enormes huracanes de este verano. Ocupar zonas que se saben inundables trae estas consecuencias. Aquí en el litoral mediterráneo también lo sabemos bien. Pero ahora ya es tarde. Y la sequía en nuestro país va manifestando de forma cada vez más evidente sus efectos. Parece que sea algo nuevo, pero llevamos casi dos años anunciando que el ciclo de lluvias no era favorable y se irían notando sus efectos. Ahora comenzarán las restricciones en diversas áreas del interior peninsular. Y es tarde para proponer soluciones mágicas. Desde hace varios años venimos señalando la necesidad de que políticos y técnicos o mejor, técnicos y políticos, se sienten a diseñar el futuro del agua en nuestro país, estudiando todos los escenarios posibles y, sobre todo, informando a la sociedad de todo, con transparencia, sin posturas ideológicas preconcebidas que tanto daño han hecho y siguen haciendo. Ni trasvases ni desalación, aunque puntualmente puedan ser necesarios. Gestión de la demanda y reutilización, como premisa inicial. Y conservación de los valores naturales del agua. La solución es sencilla si se aborda sin ideas mediatizadas y con caras nuevas. A lo mejor las que hay -ideas y personas- no nos sirven ya. Pero ahora ya es tarde. O no.