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Belén distópica

Más que por futurista o marciana, lo digo por deshumanizada. Sé bien que es costumbre de la casa airear a los cuatro vientos sus trapos más hediondos pero hay una parte de este negocio del chisme farandulero que se está convirtiendo en un sindiós con sobredosis de canalla.

Una cosa es dejarse atizar por contar que has estado con nosequién o por inventarse un rollo más o menos fantasioso. Todo el mundo lo asume como parte del «bussines» y a otra cosa mariposa, pero hay asuntos de cada cual que deben dejarse a buen recaudo. Quien esto escribe es bien consciente de haber formado parte del tinglado pero como en todos los negocios hay reglas no escritas que se respetan por las partes. O habían, mejor dicho.

Aunque no suelo escandalizarme ya de casi nada, esta semana me ha pellizcado la indignación al escuchar lo que esta Belén distópica y posesa ha sido capaz de soltar en su plató.

El contenido de una llamada familiar de ámbito estrictamente privado en el que María José Campanario, la actual señora de su exmarido, le confiesa una dolencia, una enfermedad tan silenciosa e incomprendida como aniquiladora: la fibromialgia. La Esteban y su verborrea sin filtro ha dejado caer más que una sospecha de que a causa de la medicación que conlleva la enfermedad, la Campa andaba balbuceante, inconexa y un tanto perdida en la conversación («adorné la conversación como pude» añadió Belén, pues menos mal).

Iracundos y con razón por el modo en que se ha tratado su enfermedad, los Janeiro anuncian acciones legales. Pero más allá de eso, la reflexión que quería compartir con ustedes es que hay criaturas de este singular ecosistema rosa que no distinguen cuando están en plató y cuando en lo íntimo de su casa. No consiguen separar su propia vida de su personaje porque el personaje se ha adueñado de su vida, o peor, viven presos del propio personaje que ha vendido su alma y parte de su condición humana a la hoguera de las vanidades.

No profeso tampoco mayores simpatías por Maria José Campanario, recordemos que un juez probó que hizo trampas intentando colar una pensión de invalidez fraudulenta. Sabemos que ha pagado muchas facturas (y me temo que lo sigue haciendo) a base de exclusivas de «Hola!», pero coincido con ella en que Belén ha sobrepasado los límites.

Tengo el privilegio de colaborar con AFISA (Asociación de Fibromialgia de la Safor) de conocer a Luisa y sus mujeres valientes que padecen como la Campanario esa enfermedad muda y devastadora que es la fibromialgia. Conozco lo que supone convivir con el dolor y cómo puede aniquilar a una persona y a su familia. Recientemente la diva pop Lady Gaga ha anunciado que padece fibromialgia y cómo el dolor ha obligado a la artista a cancelar conciertos.

Por cierto, el día 22 se estrena en Netflix el documental en el que veremos cómo Lady Gaga se enfrenta a su dolor cotidiano. Estoy seguro que hará mucho por la concienciación del personal en todo el planeta acerca de una enfermedad tan cruel e invalidante.

Por su parte lo que ha protagonizado la Esteban más que un Belenazo es la consecuencia perversa de una manera de vivir basada en poner precio a su propia vida. Toda su vida, una vida distópica, más que por futurista o marciana, lo digo por deshumanizada.

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