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No somos nadie

Siempre ha admirado a Pablo Motos. Es un comunicador atípico y un tipo especial. Le descubrí como muchos con aquellas intervenciones que hacía para Júlia Otero en la radio. La gallega siempre se jacta (y bien que hace) de ser la descubridora del requenense. Pablo hacía desde València las colaboraciones en la radio de Júlia y le recuerdo como una especie de precursor radiofónico de los monologuistas. Hacía unas disertaciones sencillas pero con mucho talento e ingenio sobre los más variados temas cotidianos ( del tipo de la pelusilla del ombligo o donde van los calcetines que se desparejan).

Años más tarde junto a Ramón Palomar intentó un «late show» en Canal 9 que no funcionó. Tal vez no era el momento, quizás falló el equipo o el formato pero lo cierto es que el paso de Pablo por la tele que pudo ser su casa, fue fugaz y frustrante.

Le perdí la pista durante años hasta que le volví a escuchar en M80 con «No Somos Nadie». El germen del programa televisivo se gestó en la radio. En aquel morning show colaboraban Raquel Martos, Marron y el resto de la primigenia tribu de «El Hormiguero». Ah, y «Núria Roca» hacía un consultorio sexual memorable. Cuando llegó el salto (o la migración) de la radio a la tele y cómo se produjo no lo recuerdo bien pero me resultó en sus principios un programa demasiado infantilón. Con el paso de los programas evolucionó manteniendo sus principios de programa familiar hasta convertirse en el show definitivo y espectacular que es actualmente.

Posee Pablo una rara (por inusual) capacidad de entusiasmo y liderazgo. En sus equipos de trabajo hay una generalizada admiración por su figura al tiempo que se comparte un cierto estilo de hacer las cosas, un adn común. Me han hablado del hipnótico carisma de Motos el guionista y humorista valenciano Jesús F. Manzano, el genial Jandro, Luis Piedrahita, Núria Roca y mi amigo Ferran Estellés guionista y director de programas de televisión que colabora en 7 y Acción la productora de Motos.

Ferran, cuyo criterio valoro singularmente, me dice que jamás ha trabajado (y es un veterano que ha estado en muchas trincheras televisivas) en una productora en la que haya tanto talento por metro cuadrado. Tengo para mí que éste es el principal valor de Pablo Motos, es un aglutinador de talento a su alrededor. Por algún motivo consigue rodearse de gente de gran potencial creativo que confía en su proyecto y termina haciéndolo suyo. Algo parecido a Buenafuente. Desde sus inicios El Terrat más que una factoría de programas de televisión ha sido un grupo de amigos que se lo pasaban bien haciendo el gamberro en los medios. Luego ha resultado que aquellos amigos tenían un talento descomunal. Me alegro del Premio Nacional de Televisión a «El Hormiguero». Hacer televisión para todos los públicos con ese nivel de calidad, de riesgo y de innovación es muy difícil y Motos consigue hacerlo cotidiano. Talento a raudales, muchísimo trabajo de guión y ensayos que hace que parezcan un día más en la oficina. Todo el mundo habla como si supiera de política, de fútbol y de televisión. Y está bien hablar por hablar (que diría Gemma Nierga) y por supuesto criticar, faltaría más. Leí en una entrevista que le hicieron a Pablo que para trabajar en equipo es importante hacerlo con buenas personas porque las malas consumen mucho tiempo y energía. No puedo estar más de acuerdo con Motos y más leyendo cómo tanto simple arremete contra el programa sin criterio. «El Hormiguero» ha cumplido 10 años en antena, acostumbra a tener el minuto de oro de la audiencia del día. Ese debe ser su pecado. En fin Pablo, ya sabes: no somos nadie.

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