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Maite Mercado

¿Por qué no hicimos nada?

Mucho se ha hablado estos días de la serie triunfadora en los premios Emmy, que nada tienen que envidiar a los Oscar ni en talento ni en alfombra roja. Después de dar la brasa con ella a todos mis amigos este verano mientras la estaba devorando, dosificándome los capítulos para que no se acabase, esperaba el reconocimiento de «The Handmaid's Tale» (El cuento de la criada).

La distopía se desarrolla en un futuro tan cercano y tan posible que aterra. Ellas, las criadas reproductoras, son como nosotras. El relato transmite de tal manera que hace aflorar la empatía a mil por hora mientras la protagonista vestida de rojo se pregunta cómo han llegado hasta esa situación: «¿Cómo no hicimos nada?».

Porque tan terribles como las hipnóticas escenas de La Ceremonia, cuando son violadas por sus amos, los jerarcas del nuevo régimen totalitario y teocrático cristiano que gobierna Estados Unidos, son los flashbacks en los que vemos cómo comenzaron los cambios: mujeres fuera de sus puestos de trabajo y cuentas bancarias en manos de sus maridos. Y piensas que no es tan raro. Hace apenas cincuenta años pasaba en este país.

En esa República de Gilead los dirigentes, todos hombres, usan la Biblia como en los Estados islámicos usan el Corán para reprimir a las mujeres y tener el control total sobre ellas y sus cuerpos, solo sirven para tener hijos que después les arrebatan. Les roban hasta el nombre. June Osborne, interpretada por Elisabeth Moss, ganadora del Emmy a la mejor actriz dramática, pasa a llamarse «De Fred» (Offred), «propiedad de Fred».

No me negarán que es casi mejor descubrir que eres una replicante como Rachael en «Blade Runner» a que no seas nadie, te tengan encerrada y te violen todos los meses.

La historia es una adaptación de la novela del mismo nombre de Margaret Atwood, publicada en 1985, que ha colaborado en la producción. Como denuncia social y feminista, la escritora detenía el relato de Offred en el momento en que acaba la temporada, un final abierto poco esperanzador. La segunda es terreno virgen y quizás conozcamos esas colonias irrespirables por la contaminación a las que arrojan a las rebeldes que no aceptan ser esclavas sexuales o paridoras, junto a todos aquellos no les gustan. Porque la obra critica, además, la destrucción medioambiental que ha causado la caída dramática de fecundidad utilizada como pretexto para esclavizar a las pocas mujeres fértiles. Más que recomendable, como actuar a tiempo.

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