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Rescatar y atender

Hubo un pueblo en Cantabria que cambió su nombre por el de otro, que sólo existió en las páginas de un libro: «Luzmela». El insólito hecho se ha rememorado ahora con motivo de la exposición que el museo madrileño de Ciencias Naturales dedica a «Mujeres Nobel», que obtuvieron el galardón o estuvieron propuestas a él, como Concha Espina, candidata en tres ocasiones y autora de la novela «La niña de Luzmela», muy celebrada en su tiempo y generadoras del citado cambio onomástico. Que el estilo literario de Espina pueda parecernos hoy sobrecargado y lejano no resta mérito a su repercusión en las primeras décadas del siglo pasado y su reconocimiento con otros premios internacionales, aunque no con el Nobel ni, por supuesto, con el ingreso en la Real Academia, tan hermética para las mujeres durante tanto tiempo. Por otra parte, pensemos que hay también muchos hombres escritores cuya obra hoy se nos caería de las manos y que, sin embargo, nunca dejaron de ser aireados y reconocidos.

Vivimos actualmente un tiempo de reivindicaciones, de recuperar y atender el papel femenino en las ciencias, las letras, el arte. No hará falta recordar lo relegadas que han permanecido, por ejemplo, científicas como Rita Levi-Montalcini o artistas como Camille Claudel, incluso la excelente pintora María Blanchard, hasta llegar a la deslumbrante muestra retrospectiva que hace pocos años montó la Fundación Botín en Santander y luego en Madrid.

Precisamente el próximo día 4 de octubre se va a abrir en el Museo Picasso de Málaga una exposición dedicada a una veintena de autoras más o menos inscritas en el surrealismo: fotógrafas como Lee Miller o Dora Maar, y pintoras como tres españolas sobresalientes: Maruja Mallo, Ángeles Santos y Remedios Varo. Tres figuras importantes en la eclosión de las vanguardias, admiradas por los intelectuales más representativos de su época, e influyentes en no pocos colegas masculinos. Pero también nuestra época requiere atención. Y la obtiene, muy selectiva, por parte de Ana Serratosa, que inauguró ayer en su ático/galería la muestra «Ocho mujeres artistas», con obras de su colección privada que agrupan contrastadas firmas internacionales (Françoise Vanneraud, Kara Walter, Phyllia Barlow, entre ellas) junto a dos nombre señeros: Louise Bourgeois y Carmen Calvo. Bueno es que en estos momentos esté produciéndose a muchos niveles un movimiento para contrarrestar el manto de silencio que, especialmente en siglos pasados -como bien dice Alfonso de la Torre en la presentación de Serratosa- todavía hay «historias aparte precisas de narrar, escondidas historias de artistas que mantienen una especial relación con las imágenes». En algunos casos es necesaria la reivindicación; en otros, como éste, es suficiente proyectar los focos hacia el objetivo propuesto.

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