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Alfons Garcia

Y si no entendemos a España, Majestad

Extrema gravedad; deslealtad inadmisible; incumplimiento reiterado, consciente y deliberado de la Constitución; conducta irresponsable; inaceptable intento de apropiación de las instituciones históricas... Demasiados adjetivos en su discurso, majestad, si permite el atrevimiento. La abundancia de calificativos suele esconder escasez de conceptos, reemplazados por la grandilocuencia. Tantos cohetes verbales parecen lo contrario a la moderación y los puentes que tanta falta parece que hacen.

Digo parece porque tengo la impresión los últimos días de haber entrado en un mundo paralelo. Llámelo marcianismo, si quiere, o distopía, si es aficionado a la ciencia ficción, que diría que no, pero tengo la sensación de que alguien ha movido la tierra que pisábamos y yo, al menos, no me di ni cuenta. O si quiere verlo de otra manera, nos han abierto los ojos a garrotazos después de tantos años cerrados, creyendo en una realidad autonómica, cuasifederal, nos decían, que va y ahora resulta que no era. Será que aquella tan discutida Loapa, tantos años de felipismo y de aznarismo han hecho su silenciosa labor de zapa y nosotros no nos habíamos enterado.

Escucho a gentes de otros territorios estos días en los noticiarios, veo a políticos de otras autonomías (la misma Susana Díaz, porque esto va más allá de ideologías) y encuentro una España dividida entre patriotas y nacionalistas. No hace falta que le diga a usted que los primeros son los héroes y los segundos, los villanos. Una España que quiere ser eso, una, y que ha dicho que con ella no se discute hasta dónde llega el autogobierno de los territorios.

Y pienso si va a ser que somos los de esa periferia con un cierto sentido de nacionalidad histórica -no me lea mal, su majestad, que hasta nuestro expresidente Francisco Camps, el de los trajes, la reivindicaba- los que hemos estado creyendo en otro país. Decimos irritados a veces que Madrid no entiende la España diversa, presuntamente plural, pero y si los que no comprendemos España somos nosotros. Quizá ha triunfado una visión uniformadora de España sin habernos avisado el BOE. Quizá el nacionalismo español ha sido un éxito y ya nadie quiere la España de las naciones. Todos solo en una y bien grande.

Me cuesta creerlo, pero el discurso de usted, tan moderado hasta anteayer, me ha dado que pensar. Quizá nos han cambiado el país por uno jacobino. Y quizá, vaya usted a saber, los catalanes se dieron cuenta antes.

Majestad, a mí tampoco me gustó el modo trilero con que el Parlament catalán sacó adelante las leyes de desconexión. Ni creo que lo del domingo se pueda llamar referéndum (tampoco compartó la respuesta policial, claro). Y me parece un error que el Govern plantee una declaración de independencia sin una consulta de verdad. Y pienso también, como usted, en esos millones de catalanes callados, que no salen a la calle. Pero he de confesarle que anoche me sentí más cerca del señor Puigdemont que de usted al oírle hablar de diversidad, pluralidad y cohesión en su discurso, y llamar a la paz y la serenidad. Dirá usted que eso son solo palabras y que los hechos del Govern son otros, pero por ahora me parece que van ganando esta partida. Así no, majestad. Así no convence a algunos.

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