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Alfons García03

Y si no somos tan ejemplares

Llámenme loco desnortado, que seguro que no van desencaminados, pero lo que más me preocupa de la jornada del Nou d´Octubre no es la violencia de la extrema derecha. Como el valor en los militares, se dan por supuestas las ganas de bronca en estos seres; está en su ADN social. No me malinterpreten, por supuesto que es inadmisible y por supuesto que esas agresiones que corren por todas las televisiones deberían haber sido impedidas.

Que sí, que el operativo policial no funcionó, es verdad. ¿Alguien desconocía que la manifestación de la Comissió 9 d´Octubre iba a ser el mayor foco de tensión de la diada? Si la extrema derecha había puesto anuncios en prensa. Si todos los políticos iban diciendo en voz baja que había riesgo extremo. La mejor prueba de que muchos intuían que iba a pasar algo similar a lo que pasó es la elevada presencia de periodistas y cámaras en una marcha que los últimos años casi había pasado desapercibida.

Y sí, que los grupos ultras no fueron previamente alejados del punto de inicio de la manifestación catalanista, a una prudente distancia que evitara choques, indica que hubo una falta de previsión de los responsables de seguridad y el delegado del Gobierno deberá dar explicaciones por ello. Alguno va diciendo por ahí que eran catalanistas y, por tanto, su presencia en el centro de València era una provocación, pero exponer unas ideas políticas, las que sean -incluso las de extrema derecha o las de los independentistas-, si es de manera organizada y autorizada, como han hecho año tras año los grupos de la Comissió 9 d´Octubre desde la transición aquí, debería ser asumido con normalidad. Si no, debemos empezar a cobrar conciencia de que tenemos una democracia menos fuerte de lo que creíamos. O enferma. Y empezar a buscar medicinas pronto.

Aquí volvemos al principio. Decía que la violencia ultra no me había parecido lo peor o, para ser precisos, lo más preocupante de la jornada. Los vídeos de la tarde del Nou d´Octubre son una invitación al desánimo. Y nosotros, los españoles, que hasta hace dos cafés íbamos dando lecciones de democracia por el mundo. Y ahora, aquí nos tienen, con una buena cantidad (y eso es lo alarmante) de padres y madres de familia, con sus propios hijos al lado, señoras y señores con edad de estar en el uso de la razón, increpando con toda la violencia verbal a los manifestantes, que en teoría salían a la calle para respaldar la enseñanza en valenciano, aunque sí, la mayoría podrían ser etiquetados como catalanistas, lo que supuestamente los empareja con los independentistas del norte. ¿Hubiera sido mejor suspender la manifestación dada la tensión por el conflicto en Cataluña? El mensaje hubiera sido el mismo: el de una herida social más profunda de lo que algunos pensábamos, aflorada ahora entre banderas. Me resisto a hablar de dos Españas. Quiero pensar que tanto sufrimiento no fue en vano y que esto no se nos puede ir de las manos. Para ello, sobra tanto dramatismo patriótico (sí, de todos, catalanes, españoles, valencianos; por orden alfabético).

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