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Actrices mudas

Las modelos o maniquís han sido calificadas como «una especie de actrices mudas» por alguien que conoce bien un terreno en el que ha pisado firme: Isabela Rossellini. Su definición se recuerda en un libro del que me voy a ocupar, a raíz del pasado jueves, que dedicó este espacio a las «top models» y el paso de algunas de ellas por València. El libro en cuestión, galardonado con el Premio Anagrama de Ensayo en 2015 en ¡Divinas!, subtitulado «Modelos, poder y mentiras», escrito por Patricia Soley-Beltrán, mujer inteligente y lúcida, que ha ejercido la profesión, abandonándola para estudiar. Es doctora en Sociología por la Universidad de Edimburgo, licenciada en Historia Cultural por la Universidad de Aberdeen, autora de numerosas publicaciones y miembro de varios equipos académicos de investigación sobre estas materias.

El volumen sitúa el cuerpo de la modelo como «un medio para la comunicación de mensajes», resultado de «una sofisticada producción en la que interviene un amplio espejo de profesionales de la iluminación, estilismo, maquillaje, peluquería...además de la propia modelo». Partiendo de ahí, Soley-Beltrán pasa revista a la evolución histórica de la profesión, desde el hieratismo majestuoso al gusto de las clases adineradas, pasado por el advenimiento de las flappers en los años 20, la influencia de las estrellas de cine, el papel de las primeras agencias de modelos, la progresiva incorporación de la mujer al trabajo, la consiguiente adaptación a los ideales de la clase media y la irrupción de patrones más desenfadados cuando la juventud empieza a ponerse de moda y, por ejemplo, eleva a Twiggy como la primera modelo del s.XX en ser reconocida por el gran público y la primera que explicitaba su modesto origen social, cosa que también hace posteriormente otra colega: Kate Moss. Las «supermodelos», según Soley-Beltrán, son una herramienta comercial convertida en mercancía célebre, muy bien pagada, con la colaboración de los medios, cada vez más diversificados. En palabras de la francesa Domique Abel, «soy lo que quieren que sea». Y la estilista Ara Gallant le suelta a una modelo: «Eres un producto, nena; eso es lo que eres». Un profundo y bien documentado análisis, que contempla todos los pasos en la elaboración de un determinado prototipo femenino, en consonancia con la tónica dominante en cada época y, sobre todo, como vehículo potente de los objetivos comerciales, llena las páginas de este libro que desvela multitud de aspectos poco conocidos en ese «limbo» aparentemente rosáceo de las modelos y su rol en la sociedad actual. El libro resulta ilustrativo y apasionante, no sólo para las mismas profesionales o cualquier persona implicada en algún sector de la moda, sino también para lectores que permanecen atentos a los cambios y directrices que operan en el mundo occidental.

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