Una vez más en las últimas semanas y meses hemos asistido, impotentes, a múltiples incendios provocados, tanto en Galicia como en otras regiones limítrofes y en Portugal. Como resultado, más de 30 muertos y miles de hectáreas devastadas, cientos de casas y explotaciones ganaderas destruidas. Ante sucesos de estas dimensiones procede ir algo más allá de la información inmediata, catastrófica y dolosa. Ir a buscar las razones del fuego.

Hay tres causas bien conocidas a sumar al argumento de los pirómanos, que en general se señala de forma indeterminada como los causantes del fuego. La primera, por ser la última en llegar y haber venido para quedarse, es el cambio climático. Recordemos los comienzos de este mes de octubre, con los reportajes de turistas bañándose en nuestras playas, imágenes insólitas que confirman el evidente aumento de las temperaturas. Antes no podían arder los bosques gallegos en otoño, porque estaban tan húmedos por las habituales lluvias de esta estación, que ni con un lanzallamas se habrían prendido. Pero ahora sí, y con mucho menos.

Habría que añadir que el tiempo más propicio para evitar o mitigar el cambio climático ya ha pasado, sin haber sido las administraciones especialmente activas ni eficientes al respecto. Ahora toca sobre todo centrarse en paliar sus efectos, entre los que destacaremos el aumento sostenido del riesgo de incendios. Un reto permanente que debe abordarse desde varios frentes -la vigilancia, el mantenimiento de los bosques y la legislación.

La siguiente causa -esta histórica- es la deficiente gestión del monte y las leyes del territorio: fundamental mantenerse firmes en una legislación forestal que impida reconvertir en urbanizable el territorio quemado. Que nadie pueda beneficiarse de meterle fuego al monte. Por el contrario, se debe subvencionar su mantenimiento, potenciando la economía del cuidado del territorio en la España rural, siempre tan olvidada. Crear empleo estable y dúctil, que evite la tercera causa puntual de los incendios: brigadistas reconvertidos en pirómanos al haber sido despedidos de sus empleos temporales, o no ser de nuevo contratados para campañas de prevención.

Nunca se reconocerá lo suficiente el valor de los servicios ecosistémicos de los bosques en relación a la erosión, la recarga de acuíferos, la prevención de inundaciones, como creadores de un paisaje que potencia el ecoturismo€ Por todo ello, frente a la marcada pasividad del Gobierno de España en este particular y en todo lo que tiene que ver con el medioambiente, procede que las administraciones territoriales asuman el reto del cuidado de sus bosques, siempre íntimamente ligados a la economía y a la riqueza ambiental. Y esto sólo será posible implicando a los múltiples agentes del medio rural, y creando en los pueblos empleo estable vinculado al manteniento del monte.