Quiero brindar por ti, Carmen. Lo dijo Amelia Valcárcel en una cena: «nuestras maestras siempre están presentes, incluso en su ausencia». Es cierto. Hay personas que pasan por la vida sin que la vida pase por ellas. Otras, como tú, la dignifican con su soberbio legado intelectual, moral, emocional y humano. Así pues, nada mejor que hoy, en tu 70 cumpleaños, para expresar como discípulo mi gratitud por la herencia recibida desde que leyera en 1999 «Solas: gozos y sombras de una manera de vivir». Desde entonces y hasta ahora nunca dejaste de ser un referente necesario, guía de consulta filosófica, enciclopedia feminista, una mujer creativa, talentosa, quien, como toda sabia, cuenta con la magnum opus: el ensayo sobre una vida política ejemplarizante. Cuánta lucha y cuántas batallas en tu biografía y cuánto podrían aprender muchos si acogieran libres de prejuicios las enseñanzas de La ciudad y la vida, obra que recoge buena parte de tu intensa trayectoria personal y política, tan difícil de disociar en ti.

Has sido pionera en remozar la Facultad de Derecho de València. Modernizaste instituciones, espacios públicos, museos, el IVAM, ministerios, colectivos, institutos universitarios y asociaciones, porque, siguiendo a Hegel, «nada grande se ha hecho en el mundo sin una gran pasión». Lo que no sabía el autor de Fenomenología del espíritu es que, después del siglo XIX, llegaría la pasión sustantivizada y su nombre es Carmen Alborch. Por eso has sido lideresa de tantos equipos, proyectos e ilusiones, pues, siendo estudiosa de la maldad, como leímos en «Malas: rivalidades y complicidad entre mujeres», prefieres la sororidad, el diálogo y la concordia. Y la libertad, que se multiplica reconstruyéndola a partir de otras mujeres, algo claro para quien se entregue a «Libres: Ciudadanas del mundo».

El pasado lunes 23 recibiste la Medalla de la Universitat de València, no sólo como icono del feminismo contemporáneo, sino también como acto de justicia poética, pública e institucional. Nos regalaste un discurso de espléndida madurez, recordando a otras maestras como Celia Amorós, Betty Friedan, Virginia Woolf, Kate Millet, Mary Wollstonecraft, Clara Campoamor, María Cambrils y una extensísima lista de pensadoras. A la espera de la publicación oficial de tan hermoso recorrido intelectual, algunas ideas ya circulan: «el feminismo, al cuestionar dogmas, ha abierto espacios de innovación». O «el profundo secreto de la alegría es la resistencia». Toda una lección de vida de quien siempre ha ejercido como bandera el feminismo, la resistencia y la alegría. Si me pidieran una imagen de la exministra Alborch, sería su siempre eterna y profunda sonrisa.

Que nadie piense que a los 70 la vida es pasado. Léase «Los placeres de la edad» si desea entender que, en contra del imaginario social, la sabiduría, el amor, la amistad y las emociones se intensifican con los años tanto como la ilusión por desarrollar proyectos. Sería histórico, ético y deseable que Carmen liderara un ministerio en cuanto sea posible. Tomen nota las y los socialistas. Carmen Alborch ha sido y es, a mi juicio, la encarnación del socialismo más hondo, feminista e inteligente. Sin edulcorantes ni conservantes. Que tomen nota también las juventudes, en ocasiones desorientadas en referentes. Puede sonar hiperbólico, pero yo apostaría por un genuino Ministerio Carmen Alborch que concentrara Educación, Cultura e Igualdad. Ya puestos y en tan entrañable día, ¿sería demasiada cosa solicitar una calle o plaza bien hermosa con su nombre en València? Citaba Carmen a Campoamor: «Yo puse la semilla, otras mujeres vendrán». A esas mujeres hay que respetarlas, estimarlas, cuidarlas. Y también, Carmen, decirte en nombre de tantas y tantos: ¡Que 70 años no es nada! Per molts anys!