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Una península ibérica sin árboles

El verano y el otoño de 2017 serán recordados por los grandes incendios forestales que han devastado amplias zonas de bosque y monte bajo en España y Portugal, con un número elevado de pérdidas humanas. Es un hecho que sucede desde hace años, sin que se pongan los medios para evitar estas catástrofes, que parece son, en su mayor parte, provocadas.

Cuando se viaja por Europa sorprende la extensión de los bosques y la práctica inexistencia de incendios forestales. En la península Ibérica ya no es posible viajar sin encontrar las desoladoras manchas negras, recuerdo de la vegetación que algún desaprensivo hizo desaparecer como terapia para tratar sus complejos o su incapacidad para encontrar trabajo, a veces de bombero en la extinción de incendios forestales. Los bosques son una fuente de riqueza, el hábitat de una abundante flora y fauna y contribuyen a la calidad del aire, en virtud de la función clorofílica (absorbiendo dióxido de carbono y generando oxígeno), además de retener el agua de lluvia y evitar la erosión del suelo. Uno de los pocos sistemas disponibles contra el cambio climático. Ha habido varios factores en la historia que han contribuido a la deforestación de la península Ibérica: La construcción de barcos, la producción de jabón y los incendios forestales.

Construcción de una la flota naval. Durante los siglos XV y XVI España y Portugal realizaron descubrimientos de nuevas tierras en las costas del Caribe, África e India. Para realizar estos viajes era necesaria una importante flota naval, a veces diezmada por tempestades y piratas ingleses. En el año 1580 Felipe II ordenó la construcción de la llamada Armada Invencible, hundida en su intento de invadir Inglaterra. Su construcción provocó la deforestación de zonas del norte de España, que ya no se recuperaron.

Producción de jabón. La obtención de jabón en el siglo XVIII era necesaria para el blanqueo de los tejidos y para la higiene personal. Para ello había que producir la sosa sódica (Na2CO3) a partir de plantas marinas, o bien la sosa potásica (K2CO3) a partir de plantas terrestres. La sosa se obtenía de las cenizas de combustión de árboles y plantas y se empleaba también en la producción de vidrio, papel y colorantes. Francia importaba del orden de 2/3 de la materia vegetal, básicamente de la península Ibérica. A comienzos de la revolución francesa, Leblanc consiguió obtener la sosa sódica a partir de la sal común y la química hizo posible que no se quemará tanta materia vegetal. En el año 1865 Solvay, en Bélgica, consiguió la producción de la sosa sódica, gracias a los avances técnicos en el manejo de gases, desplazando al proceso Leblanc.

Incendios forestales. En los últimos 50 años la principal causa de la deforestación en la península Ibérica han sido los incendios forestales. La mayor parte se han debido a actividades humanas (la nefasta costumbre de la quema de rastrojos), y con mucha frecuencia han sido provocados. Las escasas precipitaciones, la pobreza de los suelos y la escasez de agua disponible en las zonas del fuego, han contribuido a su propagación. Los daños provocados no son únicamente las pérdidas materiales y humanas. Han de considerarse los costes de extinción y reforestación, y los productos que podrían haberse obtenido en una península Ibérica con escasos recursos naturales.

Productos derivados de la biomasa vegetal. Son muchos los productos que pueden obtenerse de la biomasa vegetal. Desde los tiempos prehistóricos hasta bien entrado el siglo XIX la madera fue la principal fuente de energía, para usos domésticos e industriales. Incluso en la actualidad, la mitad de la madera que se obtiene de los bosques se emplea como combustible en los países en desarrollo. Se utiliza la madera en la fabricación de muebles y en Centro Europa y América del Norte a menudo como material de construcción. A partir de 1850 comenzó a utilizarse el carbón, en lugar de la madera, y en corto tiempo sobrepasó a ésta como fuente de energía, alcanzando su máximo consumo hacia 1920. A raíz de la II Guerra Mundial el petróleo y el gas natural adquirieron primacía sobre el carbón y aún son las materias primas mas empleadas para obtener combustibles de automoción y productos químicos. Pero los combustibles fósiles, al presente ritmo de consumo, se agotarán en este siglo, y habrá que considerar de nuevo la biomasa vegetal como fuente energética y de materias primas.

Desde el punto de vista químico la primera etapa en el aprovechamiento de la madera es separarla en sus tres componentes principales: xilanos, lignina y celulosa. La celulosa es el componente más utilizado en la obtención de papel, polímeros, celofán y otros derivados. A partir de la biomasa vegetal se puede obtener metanol, etanol, acetona, fenol, furfural, ácido acético, etc., productos básicos en la industria química. En algunas plantas de celulosa, se recuperan los terpenos contenidos en muchos tipos de árboles, de los que puede obtenerse un gran número de compuestos empleados en farmacia, perfumería y cosmética.

Cómo colaborar en la protección de los bosques. Los bosques, la vegetación en general, son una gran riqueza que condicionará el desarrollo de un país. La península Ibérica es lugar privilegiado de Europa, por su variedad climática para la producción de una biomasa vegetal muy variada. Pero es necesario educar a la población, comenzando en las escuelas, para hacerla consciente de la necesidad de cuidar los bosques. Debería fomentarse que los niños en edad escolar tengan la experiencia de plantar su propio árbol y ser los tutores del mismo durante su crecimiento. Enseñarles a distinguir las variedades más importantes de árboles, los más resistentes al fuego (robles, hayas y brezos) y los animales del bosque, que también perecen en los incendios. Las instituciones que reciben fondos estatales (educativas, religiosas, ayuntamientos e instituciones financieras) deberían promover campañas para la protección de los bosques y como evitar los incendios forestales. Se necesita, en fin, un nuevo Rodríguez de la Fuente, que en una colaboración hispano-portuguesa ejerciese su impacto sobre la población, a través de programas sobre la fauna y la flora ibéricas.

Desde el punto de vista jurídico son necesarias leyes penales más rigurosas que tratasen los incendios forestales como crímenes contra la humanidad, y que quienes los provocan sean condenados, no a la cárcel, sino a plantar árboles hasta completar la superficie quemada que provocó su irresponsabilidad y a reparar las pérdidas económicas derivadas. Suele decirse que los bosques tienen ojos, y debería existir uno de esos "teléfonos que no dejan rastro" para delatar a quienes provocan tales desastres.

Si la península Ibérica no toma medidas al respecto, se convertirá en no mucho tiempo en un desierto africano, en que los árboles autóctonos sólo podrán verse en los jardines botánicos. Habríamos dado la razón a la frase que se atribuye (quizás erróneamente) a Alejandro Dumas: "África empieza en los Pirineos".

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