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Vivos y muertos

Empezó el mes recordando a quienes se fueron para nunca más volver. Qué fuerte suena eso. Sí, hay veces en una pérdida que por doler nos duele hasta el aliento, como te dolió a ti, Miguel, y eso se nota en la elegía a tu amigo Ramón Sijé. Pero ya sabemos que los vivos, para poder soportar el drama, tiramos hacia arriba aunque nos llueva el meado. La Sexta lo hace en su parcela. Desde que empezó el lío no ha parado de endilgarnos un especial detrás de otro, y con acierto, tal como hemos visto el pasado mes con los datos de audiencia, que casi se codean con los de La 1, a la que le roza el flequillo y le habla de tú, qué barbaridad. De ese machaque, conscientes de la matraca, han sacado punta. De ahí el anuncio de la nueva temporada de «Salvados» en el que se ve al director de la casa, Antonio García Ferreras, pidiéndole paciencia a Évole porque el periodismo manda, y que si hay hueco, pues eso, «Salvados» volverá, y que mientras tanto siga de niñero entreteniendo a los críos de Ferreras. Pobre niño, se dice con sorna en la redes. Sólo ve a papá y a mamá Ana Pastor en la tele, como si estuvieran pajaritos, fiambres, mártires del periodismo que nos asola. De verdad que empieza a dar miedo encender la tele y saber que, sea la hora que sea, verás la mano abierta de Ferreras frente a la cámara o su cara con grave expresión, paralizada en uno de sus teatrales y dramáticos silencios. ¿Está vivo o muerto? Tengo mis dudas. Pero no como el cadavérico «¿Cómo lo ves?» que emite La 1. El zombi Carlos Herrera alucina pepinillos -dice Alberto Chicote por la esquina de la pantalla, incapaz de seguir descansando en su ataúd para descanso nuestro- cada vez que asegura que se van sumando seguidores al programa. Pobre. Los pierde en cada entrega. Cada entrega pierde fuelle y camina de la vida arrogante del engreído a la fría muerte de la indiferencia catódica. Carlos Herrera es un muerto que aún cree estar entre los vivos de la tele.

También hay zombies

Ni que decir tengo que está más viva la copia de Raúl Pérez que el original que anda por el plató de La 1. Verán. El magnífico imitador -ahora también en Antena 3 como concursante de «Tu cara me suena»- pasó por el «Late motiv» de Buenafuente en #0 y me dejó boquiabierto. Si el original Carlos Herrera me da grima y saca de mí lo peor como espectador, la copia hace que me descojone porque el tío no sólo borda sino que, de paso, como toda buena imitación, saca a flote las miserias de señor tan afectado. Vayan a Youtube y busquen el vídeo. Verán cómo la copia está vivísima y el original se queda oscuro, deslucido y marchito, muertecito en su engolado histrionismo. No salgamos de La 1, a donde ha llegado en su ataúd de lujo «Operación Triunfo», nacida muerta desde que alguien le dio sus bendiciones. Es un cadáver que se cree en plenitud de forma, y por eso, como los pavos reales, despliega su plumaje tan vistoso. Sólo hay que ver el rastro hediondo de daños colaterales, y no me refiero sólo a la insufrible exhibición de cantantes con un corral de gallos en la garganta. ¿Han visto la imagen terrible de una señora como Rosario Mohedano, la tal Chayo, sentada junto a María Casado en el plató de «La mañana» hablando como experta de OT? ¿Quién es Chayo Mohedano? Su único mérito es ser sobrina de Rocío Jurado e hija de la absurda Rosa Benito. No, por favor, no insulte TVE alegando que esta muerta es cantante porque, de ser así, servidor es el cirujano que destrozó la cara de Bibiana Fernández, qué pena, expulsada esta semana de los humos de «Masterchef». Otra divina, Ana Rosa Quintana, no está muerta, pero Susanna Griso le ha ido comiendo el calcañar y en audiencias la ha puesto en el sitio de los zombis, a un paso de los personajes de «The Walking Dead», y quizá por ello cuando quería decir DUI catalán se le escapó un DIU intrauterino que por poco la deja a un tris de «El club de la comedia», ay, en qué estaría pensando.

Un miserable

Es lo que me pregunto cuando veo «Dani y Flo». ¿En qué estarán pensando en Cuatro? He visto algunas tardes a Dani Martínez empezar el programa con un estruendoso «hoy tenemos un programón», dicho con algarabía y contento seguido a ciegas por la chica de al lado, Lara Álvarez, que remacha la misma idea, «programón, Dani, programón». No contentos con dos muertos que lo saben sacan a otro en «Dani&Flo», sacan a Flo, la pata del nombre, a Florentino Fernández, que estos días hace el peor Puigdemont que imaginarse puedan, y eso que los tres se ríen a rabiar. No pillo las gracias de «Dani&Flo», no las pillo. La audiencia tampoco. Apenas un tres por ciento escueto. Escuchar al trío de presentadores exagerar su contento con risas de lata produce un desasosiego en el espectador que te bloquea, o unos retortijones similares a la grima de ver al siguiente fiambre. Pillan a Ana Obregón inflada de silicona como una pepona con bultos en las mejillas que le llegan a la bolsa de los ojos, como esos cadáveres a los que arreglan como si en vez del último viaje estuvieran invitados a un baile de disfraces, y le tiran de la lengua para que suelte inventos, paridas, para que dé juego en los programas que se nutren de miserias y basura, y ella entra al trapo diciendo que «tengo proyectos para televisión, pero no los quiero y los voy dejando de lado». No se lo cree ni ella, que es lista y sabe que a las muertas nadie las llama. Es la misma estrategia que tienen en «Dani&Flo», que ellos mismos se jalean porque saben que al otro lado sólo hay vacío, indiferencia, y frío. Así que cuando Dani Martínez vocea «hoy tenemos un programón», él sabe que vive en el reino del olvido y el espectador invisible se pregunta «¿un qué, bonico?». Por cierto, y perdonen que termine hablando de mí y de otro extinto, finado, momia, occiso, don Arévalo. El martes volvió a «Sálvame» de pus. Y dijo que «Cipriano Torres es un miserable porque dice que yo vine aquí a vender la muerte de mi mujer». Qué cosas tienen los muertos. Normal, no saben ni leer.

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