«"Todo se ha perdido, incluso el honor (€.). Y esto ha ocurrido, pura y simplemente, porque los catalanes no hemos sabido ni siquiera entendernos entre nosotros mismos».

Gaziel en La Vanguardia (21/XII/1934).

Todos a prisión. No se pudo hacer tan mal ni salir peor. Nueve veces se repite «cop de falç» en la letra del himno «Els segadors». En los últimos días de la crisis de Catalunya, se ha escuchado reiteradamente interpretado por Carles Puigdemont y su Govern. La retórica de los cánticos y las banderas no augura nada bueno. Efectivamente la sociedad catalana sufre un enorme trallazo. Equiparable al escándalo Pujol o al que protagonizó en octubre de 1934 el president Lluís Companys. Entonces la República fulminó el primer ensayo soberanista y quedó en suspenso el Estatut d´Autonomia, tras el encarcelamiento de su president. La versión de octubre de 2017 ha tenido infausto impacto para Catalunya, para España y para el País Valenciano, donde a la severa «falç» del himno de Catalunya se denomina «corbella». Hoz en castellano.

? Accidentes. La convocatoria de elecciones catalanas, anunciada por Mariano Rajoy para el 21 de diciembre, ha cambiado el escenario político desde la experiencia fracasada a una perspectiva de futuro. Varios interrogantes se abren en el panorama valenciano, donde ya se percibe la repercusión de los platos rotos por nuestros vecinos del norte. En el campo económico hay una creciente preocupación acerca de cómo afecta a la salud interna de la economía catalana, nuestro primer cliente y proveedor. Los empresarios valencianos están preocupados por el flujo de negocio recíproco entre ambos territorios. A nivel político, el desenlace de la crisis catalana es consecuencia del proceso recentralizador que puso en marcha el Partido Popular con José María Aznar. Recurrir la reforma del Estatut catalán al Constitucional entre 2006- 2010 por el PP, fue un inmenso error que ahora pagamos. Lo que en sus inicios fue una apuesta de política territorial reaccionaria y desleal con el espíritu de la llamada España de las autonomías, ha terminado en un callejón sin salida para los gobiernos de los territorios con problemas graves de financiación. El Consell valenciano de Ximo Puig tiene que defender sus necesidades imperiosas en el seno del Consejo de Política Fiscal y Financiera. El gobierno central, con el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, a la cabeza, hace y deshace contra a los intereses del resto de autonomías que, todas juntas, no pueden rebatir ni rectificar las decisiones del gobierno Rajoy.

Élites. La crisis catalana además de estar aquejada por grandes dosis de sentimentalismo— «no anirem al darrera d´antics tambors», cantaba Raimon-- también padece derivaciones ideológicas, generacionales y pulsiones de los grupos de influencia para detentar poder. Hasta ahora la burguesía había sido la impulsora de los grandes eventos que han situado a Catalunya y Barcelona, en el firmamento de las zonas y metrópolis más relevantes de Europa. Las olimpiadas, reconstrucción del Liceo, la reconversión ferial, la transformación urbana barcelonesa, el liderazgo editorial y cultural, los parques temáticos, el despegue turístico o el relanzamiento industrial y de la innovación en nuevas tecnologías, han sido logros auspiciados por la clase empresarial y financiera. La misma que al verse amenazada por el proceso soberanista comenzó a emigrar sus sedes sociales y los órganos de decisión a otras zonas españolas. Factor que ha influido económica y psicológicamente en el desencanto de la sociedad catalana y en el fracaso de la intentona secesionista que, sin respaldo económico y financiero, carece de recorrido.

Nada igual. Tras esta conmoción veremos si avanza el compromiso de una reforma constitucional, sólo posible en el horizonte federal. Con ella cambiará la idea de España y el Estado autonómico actual. La batalla decisiva se librará en cómo se va a gestionar desde el gobierno de Madrid esta etapa transitoria hasta que emerja un nuevo Govern de la Generalitat Catalana en 2018. El otro reto para la élite gubernamental española será el resultado de los comicios convocados para el jueves 21 de diciembre. Si de las urnas surge una nueva mayoría de las formaciones independentistas, será difícil evitar nuevas tentativas secesionistas. De ser así, no es aventurado vaticinar que la frustrada República Catalana, podría encontrar reforzados cauces para ser implantada. Es ruin el intento oportunista del PP valenciano, capitaneado por Isabel Bonig, de desestabilizar la coalición de progreso que se forjó en el Pacte del Botànic, entre PSPV, Compromís y Podemos. La jura de la bandera española, en estas fechas, de Isabel Bonig, es otro brindis oportunista, de cara a la galería, que se podría haber ahorrado. ¿Son más peligrosos los nacionalismos periféricos o el nacionalismo español? Cuando la exaltación española pretende satanizar a Catalunya— sabido que la mitad de los catalanes quieren ser españoles—mediante la intolerancia, el ejercicio de la violencia o el despliegue de pendones.