Ahora resulta que el gran argumento del gobierno es que Europa le apoya, y no reconoce a Catalunya. Pero, ¿es que Europa existe? Sabemos que tiene hombres (y mujeres, supongo) de negro que vigilan nuestros bolsillos, pero, ¿tiene hombres de blanco que vigilen el derecho a una sanidad pública de calidad? ¿Tiene hombres de verde que exijan una enseñanza universal sin discriminaciones? ¿Hacia dónde mira Europa cuando millones de personas tienen que huir de sus hogares contra su voluntad? ¿Qué piensa Europa de sus socios que levantan alambradas y muros infinitos para frenar derechos y esperanzas? ¿Dónde está Europa cuando se despiertan sentimientos xenófobos y fascistas en nuestro país? ¿Le parece normal que se encarcele por razones políticas a personas democráticamente elegidas?

El problema ya no es la Europa desconocida, el problema es si vamos a permitir que se revierta la democracia y pase a ser un nuevo sistema legalmente autoritario.

Es verdad que el poder ejecutivo y el judicial han de ser independientes, pero si hay desajustes avalados por la realidad (millones de personas en la calle, sean mayoría o no), habrá que revisar las leyes para dotarnos de medios eficaces. Y cuando decidamos, habrá que ser muy sensato, mucho, para que las minorías entiendan el resultado final. La calidad de la democracia se mide por el trato hacia las minorías, ese colectivo que, por ser menos, no pierden ni uno solo de sus derechos.

El llamado conflicto catalán ha puesto sobre la mesa lo indeleble que es nuestra democracia, y lo poco asumida que está. Ha despertado los sentimientos más bajos apoyados en consignas y hechos que son impensables en una democracia de progreso.

Pero también ha puesto debajo de la alfombra la corrupción inaceptable del partido del gobierno que está bajo los efectos del dopaje económico. Ha escondido el vergonzoso incumplimiento de los acuerdos en relación con los refugiados. Ha ocultado otras realidades haciendo cómoda una posición de poder cuando, con los datos judiciales en la mano, debería producirse un revulsivo potente y la dimisión en cascada de muchos responsables que ahora solo quieren apoyarse en Europa y disimular mirando a Catalunya.

De cualquier callejón sin salida se puede salir por donde se ha entrado, y es la hora de la sensatez de todos, también de la justicia.

Hagamos eficaz la democracia impulsando la democracia.