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Ay del País Valencià

Quizá no sea malo el tiempo del estallido catalán para hablar con cierta tranquilidad de uno de los motivos históricos de enfrentamiento entre los valencianos a lo largo de muchos años, y que aún estando resuelto en nuestro Estatuto de Autonomía de 1982 parece que alarga sus estigmas por tiempo eterno y perpetuo entre buenos y malos valencianos.

Tranquilidad, ni me he echado en brazos de Compromis ni cosa parecida. Sosiego pues. Las cosas son más simples de lo que parecen y algo más complejas a la vez. Yo no soy nacionalista. Ni soy un nacionalista valenciano, ni tampoco obviamente un nacionalista español. En todo caso práctico eso tan habermasiano del patriotismo constitucional que ,en tiempos, el PP de Aznar asumió como definición propia del españolismo de nuevo cuño neoliberal y luego quedose olvidado en el baúl de todos los recuerdos. Creo sinceramente que para mal.

No, no soy nacionalista, pero sí moderadamente valencianista. Eso lo he sido toda mi vida y a estas alturas de la misma estaría francamente mal dejar en evidencia años y años de cierta lucha por la sensatez y la prudencia en las procelosas aguas del valencianismo político. Y más desde mi militancia, interrumpida hace diez largos años ya, en el seno del PP valenciano y nacional. Tranquilidad igualmente, no aspiro a volver, ni siquiera a dar la tabarra, ni tan siquiera a insinuarlo. Haya paz , dado que lo que no parece haber ni es posible es continuidad histórica en nuestros proyectos políticos desde la Transición que ya es desgracia patria. No nos ocurre como en Reino Unido donde, por ejemplo, el Partido Laborista tiene más de 150 años y no menos el Conservador. Aquí la partidocracia termina con todos los intentos de constituir partidos menos endogámicos y ajustados a las necesidades nacionales: la lista es interminable, finiquitados son UCD, AP, UD, Ciu, Cds, UV, y podríamos seguir por una miríada de pequeños grupos regionalistas. Saturno devora a sus hijos. Y cada crisis de liderazgo nos cuesta una sigla política.

Como todo el mundo debiera saber la denominación 'País Valencià', 'País Valenciano' para el antiguo Reino de Valencia y actual Comunidad Valenciana ( a la que su inventor para nuestro Estatuto, Emilio Attard, calificara tomando con un servidor en su casa de Santa Bárbara ya hace años como la "necesaria estupidez" a fin de desbloquear el proceso) fue el nombre que le dio la derecha regional valenciana de los años treinta a nuestra Comunidad. Con ello quiero decir, recordando al respecto lo dicho con motivo de sus 93 años por Pere María Orts ( nombre me temo que tristemente desconocido por las jóvenes generaciones de nuestros "lideres" políticos) "El País Valenciano no viene de la izquierda sino de la derecha regional". Añadiendo que con motivo de la Exposición Regional de la Valencia de 1909 ( que un joven valenciano como mi abuelo materno Ismael Gramage me glosara con fruición durante mi infancia) la burguesía valenciana se dio cuenta de que por encima de una "región" había instituciones más altas, como por ejemplo la Monarquía Alfonsina, cuestionada ya fuertemente por el blasquismo en la Valencia de comienzos del siglo XX y no precisamente desde posiciones de izquierda. Fue en los años de la República, pues, con la creación de la CEDA cuando nuestra Derecha Regional Valenciana de Luis Lucia, el propio padre de Pere María Orts , la familia Attard etcétera encontraron frente a la querida pero ya no vigente nominación de Regne de València el alternativo 'País Valenciano' que hundía sus raices en la Renaixença y, sin ir más lejos en el Lo Rat Penat de su fundador, Constantí Llombart.

El franquismo consolidó esa denominación precisamente por su 'Levante' aniquilador para nuestra ideosincrasia histórica pero la conversión de casi toda nuestra burguesía al régimen ganador de la guerra "incivil" hizo que la denominación 'País Valenciano' fuese tutelada desde la oposición al mismo por la izquierda fusteriana y universitaria de la época y vinculada a los famosos 'Paisos Catalans' que ahora de nuevo parecen querer pintar bastos aprovechándose los que así lo hacen del proceso independentista catalán en tierra nuestra y algunos de nuestra tierra que también inclinan la balanza hacia la resurrección, en contra de sus propios intereses políticos, de tabúes enterrados por la historia de nuestra democracia, la democracia valenciana.

El Preámbulo de nuestro Estatuto dejó zanjado legalmente el asunto. Pero el desconocimiento histórico es tan profundo, tan atávico, que de nuevo hoy se pretende movilizar a ciertos electorados fenecidos con los espantapájaros que ya envilecieron nuestra transición y la convirtieron en una batalla enconada entre aquel 'catalanismo'/ 'anticatalanismo' de blaveros y botiflers contra izquierdistas y demócratas 'pel País'. No discurramos más por ese camino. Dejemos a la historia sus cronopios y sus famas, que tan bien nos enseñará a distinguir Julio Cortázar y abandonemos toda idea de demonización de unos valencianos contra otros por las famosas cuestiones de nombre.

«Dins puix ,de l'unitat ,dins de lo progrès nacional está l'unitat y lo progrès provincial, gran, hermós, plé de vida. Oblidarlo, es oblidar l'historia qu'es als pobles (...) Es imposible, per altra part, que poble que desconega la seua historia, se comprenga á si mateix. Viurá en perpétua infatea, privat del alé tradicional,qu'es lo esperit de les societats; perque no saber la propia historia, es lo mateix que no tindrèn, es lo mateix que no haber existit» . Así concluye el prólogo de Constantí Llombart a 'Los Fills de la Morta Viva' de 1879.

Ay del País Valenciano de la burguesía, de la derecha regional de nuestra ya lejana Renaixença: nunca más un sólo enfrentamiento entre valencianos por la manera de sentirnos y decirnos valencianos.

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