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Rebosamos jamones

Una noticia captó mi atención distraída: este año el valor de los alimentos exportados supera al de los coches vendidos. Excelente: los buenos alimentos -y aquí tenemos algunos de los mejores que puede ofrecer el planeta, vinos incluidos- son la mitad de una buena existencia. El otro medio es la tranquilidad, que tiene muchos enemigos, entre ellos la propia agitación comercial, las tertulias dedicadas a la predicación del odio, el proyecto de ampliar la V-21 desde el barranc del Carraixet para comerse otro trozo de huerta y meter en la ciudad más camiones y humos, o el eterno match Madrid-Barça.

Propongo un partido en la cumbre. Si gana el Barça, Cataluña es independiente; si pierde, sigue como hasta ahora; si empata, nos pasamos al sistema federal gestionado por alguien con más cabeza que Pedro Sánchez, Josep Borrell, por ejemplo. Les parecerá una propuesta idiota, pero las serias, por ahora, no han conseguido nada ¿Se venden pocos coches o es que los jamones nos rebosan? Ni idea, pero el otro día un taxista me subió a su taxi y los dos eran ecológicos. Los tres, si cuentan al pasajero. El taxista estaba orgulloso de su coche híbrido y dijo que tiene menos averías. Lógico: el motor de gasolina se basa en explosiones domesticadas en un confinamiento metálico; los motores eléctricos sólo friccionan con los cojinetes del eje y el campo magnético. Silencio y alto rendimiento, no hace falta ser ingeniero.

Mientras tanto, no se ve el final de esta sequía y el comité de sabios ad hoc recomienda al gobierno español que se suspenda totalmente la pesca de sardinas porque están en riesgo de extinción, ¡las sardinas! Pero gobierno y cofradías se hacen los locos: unos porque tendrían que pagar y los otros porque no saben si cobrarían. Se secan los pantanos, los incendios consumieron Galicia y ya podemos bañarnos en noviembre, como en Tahití ¿Qué haremos si vuelve el hambre y no tenemos sardinas? ¿Comernos la sandía con piel? Llueve fuego del cielo pese a que hemos pecado sólo lo normal.

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