Ya he mencionado a Emmanuel de Martonne (1873-1955), destacado geógrafo francés. Profesor en las universidades de Rennes, Lyon y la Sorbona, de entre sus obras destaca su 'Tratado de Geografía física'. También nos dejó un índice de aridez, basado en dos variables presentes en la mayor parte de observatorios, la temperatura (T) y la precipitación (P): P/T+10. Diferencia zonas hiperáridas, áridas, semiáridas, subhúmedas, húmedas y perhúmedas. Centrándonos hoy en Europa, permite evidenciar la enorme variabilidad climática que introduce un relieve complejo. Todo el continente al norte de los 45 grados de latitud, dominada en su mayor parte por la llanura, queda repartido entre los tres índices más húmedos, en especial, los dos superiores. El subhúmedo (índices, 20-30) apenas se deja ver en el sudeste inglés, y en las llanuras de Hungría, Alemania oriental y Polonia. El perhúmedo (más de 60) queda en las cordilleras. Al pasar, en dirección sur, ese umbral latitudinal, las tres penínsulas mediterráneas, en una superficie mucho menor, añaden la presencia del semiárido (10-20), en el lado de sotavento de los relieves, a espaldas del flujo dominante del oeste. Las borrascas son menos frecuentes, especialmente en verano, y los relieves determinan sombras pluviométricas, destacando, ya dentro del árido (5-10), la esquina sudoriental de Almería; y el Lazio y el promontorio del Gargano, en la bota itálica. De Martonne y también Köppen nos demuestran que no es el almeriense el único desierto de Europa. Curiosamente, tanto al oeste como al este de los Apeninos, si bien son las elevaciones de Córcega las que dejan seca a la llanura romana. Fueron los ríos y fuentes nacidos en la húmeda espina dorsal italiana y dominados por los acueductos los que regaron el imperio del Mare Nostrum.