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La mujer que amaba las palabras

Ya que la película va de libros, se recomienda la lectura de la estupenda novela de Penelope Fitzgerald, publicada por Impedimenta al módico precio de 18,40 euros. Y que arranca con la mejor sinopsis: "En 1959 Florence Green de vez en cuando pasaba una noche en la que no estaba segura de si había dormido o no. Era por la preocupación que tenía sobre si comprar Old House, una pequeña propiedad con su propio cobertizo en primera línea de playa, para abrir la única librería de Hardborough". ¿Tiene sentido rodar una película sobre el amor a los libros y la pasión por la belleza de las palabras en estos tiempos de posverdad, noticias falsas y aulas donde las humanidades son sospechosas?

Isabel Coixet piensa que sí y, encontrada en la novela una inquietud que es alma gemela de la suya, ha rodado la que es su mejor película desde Mi vida sin mí (2003). La cineasta, es un hecho, resulta cargante para parte del público cuando sus películas están demasiado recargadas de licencias poéticas y soluciones tan estilosas que acaban saturando. Pero sería injusto no valorar, e incluso admirar, su compromiso irrenunciable por rodar siempre y como sea, y embarcarse en proyectos tan poco comerciales como La librería para competir en la cartelera con películas hechas por gente que no sabe quién es, por ejemplo, Ray Bradbury, expresamente citado. Coixet se cubre las espaldas con un reparto excelso (Mortimer, Clarkson y Nighy al frente, qué gozada verlos trabajar) al que arropa con una realización que huye de aspavientos esteticistas para construir una admirable miniatura en la que los sentimientos y las emociones se manifiestan casi siempre entre líneas. Al salir del cine te entran unas ganas irreprimibles de ir a una librería superviviente y sentirte como en casa. Recuerda: 18, 40 euros. Una gran inversión.

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