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Voro Contreras

El público de Chiquito

No, no voy a hablarles de Chiquito de la Calzada. Cuatro días después de su fallecimiento, entiendo que ya han leído suficientes artículos alabando la figura del humorista malagueño, artículos llenos de «fistros», de «pecadores», de «jarls», unos artículos mejores y otros peores, unos más hiperbólicos y otros menos. Muchos compañeros han aprovechado la figura del finado para demostrar su capacidad lírica (la del escritor, no la del finado) e incluso los hay que han conducido sus pasos cortitos e indecisos al terreno de la política. Yo, si me lo permiten, les recomiendo, además de los que se han publicado en esta casa, el que ha escrito Xavi Puig en El Mundo Today. «Con la incorporación inaudita en el Cielo de ese diodeno de persona humana, el Todopoderoso admite que deja en el mundo terrenal un amatoma muy grande», concluye el artículo. Muy bueno, por la gloria de mi madre. Durante estos días he aprovechado para recordar algunas actuaciones de Chiquito y me he partido con esos chistes tan formalistas, que lo mejor que tenían era cómo los contaba aquel señor bajito. Pero, sobre todo, me he fijado en el público que se reía tras de él. En aquella televisión de mediados de los 90 había mucho público en los programas (diría yo que más que ahora). Público o muy joven y sanote pero ya con cara de remember; o público muy mayor, con esas blusas de inspiración churrigueresca y esos peinados con plis que no cambian así pasen los siglos. Ante el despliegue de «jarls», y de «fistros», y de glorias de su madre, el público más joven reía con ganas y el más mayor se quedaba mirando con cara de pensar «quin poc trellat», pero en castellano. Aquel me resulta un público de plató más natural que el de ahora. Ante él se desarrollaba un espectáculo que los asistentes observaban con cierta sorpresa e incluso con desconfianza, como si la tele se hubiese inventado el día anterior. Si ustedes buscan en Youtube alguna actuación del susodicho de la Calzada, verán incluso como algunas chicas se tapan la boca, como si les diera vergüenza reírse de las barrabasadas de aquel hombre de la camisa imposible. Ahora el público es menos pudoroso. Cuando me cruzo con algún programa de esos de semiartistas que buscan una oportunidad, el público chilla, llora, saca pancartas e incluso silba sin piedad. Pues eso, cualquier tiempo pasado.

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