Va para casi dos años que la vicepresidenta de la Generalitat, Mónica Oltra, acompañada del alcalde de València, Joan Ribó, se fotografiaban con Sam Tsemberis, creador del modelo americano housing first de atención a personas sin hogar. La escena sirvió para anunciarnos que en la capital hay 400 personas que viven en la calle y para fijar el compromiso de acabar con esta injusticia social, proporcionando viviendas de forma inmediata.

Dos meses después de aquella foto, la vicepresidenta insistía en la necesidad de abordar este problema asegurando que el elevado número de personas sin techo es una vergüenza colectiva y que resulta inadmisible que esta realidad pueda existir todavía hoy en la comunitat Valenciana. Se arropó de los pertinentes datos estadísticos, en una clara demostración de que el nuevo Gobierno tripartito y los nuevos gestores de políticas inclusivas que ella encabeza se habían tomado en serio el asunto y se habían puesto manos a la obra.

Tuvieron que pasar otros tres meses más para que las personas sin hogar volvieran a los titulares. Esta vez, las autoridades echaron mano del mismísimo Richard Gere, con ocasión de la presentación en València de su película basada en este colectivo. La oportunidad no podía desaprovecharse. Como cabía esperar, se volvió a insistir en el compromiso de dar solución al drama de estas personas.

Pues bien, 20 largos meses después de aquella primera comparecencia en la que se anunciaron viviendas y medidas para los sintecho poco o nada ha cambiado. No se conocen proyectos de intervención, ni iniciativas integrales, ni políticas inclusivas; es decir, tan solo nos han quedado las fotos de Oltra y compañía en la hemeroteca.

Las personas sin hogar no son invisibles a la ciudadanía, tal como sostienen los actuales responsables en materia de inclusión social. Puede que lo fueran para ellos, que no les dedicaron ni un solo renglón en sus promesas electorales, de ahí tal vez su inoperancia a la hora de aplicar soluciones.

La vergüenza colectiva a la que se han referido nuestros actuales dirigentes puede que sea real, pero no es tanta como la que deberían sentir aquellos que tienen responsabilidad de gobierno y usan la dolorosa exclusión social sólo para conseguir titulares de prensa con los que aparentar compromiso y solidaridad. La semana que viene, las autoridades celebrarán el día de las personas sin hogar y volverán los bonitos discursos y las fotos. Y la gente que duerme en la calle volverá al cartón y la manta. Así es la nueva política para los pobres.