Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La polizón del Titanic

Ha vuelto a suceder, se me ha adelantado la lideresa de la oposición valenciana y youtuber. Isabel Bonig ha grabado un vídeo y lo ha colgado en las redes para ver si me enreda. En él me lanza un salvavidas como si realmente quisiera rescatarme de mis socios de Compormís y Podemos, ese monstruo marino con varias cabezas que es la encarnación de todos sus males. Desde que comenzaron estos años botánicos, ella no para de hablar del "Pacto del Titanic", no por que no me considere uno de los doce titanes de la mitología, sino porque me desea un hundimiento oceánico y la consiguiente muerte por congelación.

Yo sé que la presidenta populista sobreactúa afirmando estas cosas, porque no le dejan venirse conmigo en la maní contra Montoro, consciente de que en Génova la están mirando con un telescopio. Y es que hasta que no la nombren candidata sólo es una meritoria, y ya tiene mérito ser meritoria en un partido que, desde que marchó Rita Barberá (Rip), es un pollo sin cabeza. En esas circunstancias atribuladas llegó Bonig, que se acreditó entre los torys levantinos como la Thatcher de la Vall d´Uixó (su localidad natal) hasta que logró hacerse con la jefatura regional y, de paso, con la jefatura de la oposición, que es otra forma de preparar oposiciones.

Mal que me pese ella nació en el seno de una familia del PSOE en aquel pueblo que fue conocido como la Pequeña Rusia, por su vocación de soviet de la alpargata, y por los zapatos de Segarra, acreditada franquicia del ejército franquista. Este calzado, según me contó en una ocasión el escritor Manuel Vicent, en la posguerra únicamente se producía con una horma única, ni derecha ni izquierda, de modo que la bota resultante igual valía para un píe que para el contrario. Semejante avance de la ingeniería podal se anticipó varíos lustros al ocaso de la ideologías y el Fin de la Historia, que las dio definitivamente finiquitadas a diestro y siniestro. También se adelantó algunas décadas al presidente ZetaPe, cuando la sabiduría popular acuñó la maldición: "¡la culpa es del Zapatero!", que la niña Sabelita se aprendió de corrido. En este clima de confusión de pensamiento y obra se crió nuestra heroína, de forma que no habrá de extrañarnos que habiendo mamado el socialismo casero se pasó a engordar las filas del enemigo, los neocons de NNGG (Ene-Ene-Je-Je).

Luego, la Dama de Hierro vallera nos venció en las urnas municipales, que en su caso y en términos freudianos equivalía a matar al padre y hasta al abuelo, y fue alcaldesa del pueblo de Dalt, el de Baix y de las grutas navegables de San José. Tras este mandato, del ayuntamiento dio el salto a la consejería de Infraestructuras justo cuando, por culpa de la crisis del tocho, no se colocaba una triste primera piedra ni una pobre traviesa. Para traviesa ya estaba ella, que además de thatcherista se inventó la tercera vía, no la Tony Blair, sino la del tercer carril ferroviario. Y así fue como en la Comunitat le diríamos adiós al dilema de los anchos, el ibérico o el continental, le dimos la bienvenida a las estrecheces mediterráneas y se quedó tan ancha. Gracias a este invento, hoy los cercanías hacen los tiempos de los trenes de largo recorrido, pero en cortas distancias, y los Aves nunca llegarán a Castellón.

Poco más tarde, Fabra El Breve perdió las elecciones autonómicas y llegué yo, El Botánico. Enseguida se volatilizaron todos los mandarines, que huyeron hacia Madrid, y Bonig se quedó sola al frente del chiringuito de Pepé. Desde entonces, está como loca conmigo y con el resto de la orquesta del "Titanic". Tal vez sea porque ella en secreto se imagina en la proa de aquel transatlántico como una Kate Winslet sujetada por DiCaprio... que es el papel que me he reservado en el sueño.

Compartir el artículo

stats