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Las señoras

Las señoras tienen clase para aburrir: de inglés, de matemáticas o de Historia porque mañana el nene tiene examen, de decoración para que la casa esté estilosa y cómoda para todos, de cocina también porque vienen así de fábrica. A algunas les enseñaron a ser independientes y no a fregar, pero también saben limpiar un inodoro y no les importa hacerlo para que alguien muy amado tenga su baño «curioso». Como compensación les llaman marujas. Qué bonito es vivir.

Tienen estilo para hacer la compra esperando pacientemente las colas, invirtiendo, que no perdiendo, su precioso tiempo en elegir qué van a comer sus polluelos. Gracia para saber cuándo sus hijos hacen alguna trastada y ponerles en su sitio sin perder los estribos. Y también encanto para salir de cena con gente muy aburrida, exhibiendo la mejor de sus sonrisas.

No piden ni cuando tienen el agua hasta el cuello, que es el sublime momento en que les pisan la cabeza inocentemente (¡Ay, es que no te había visto! ¡Jolín, qué susceptible estás!). Miman cada detalle y quieren abarcar las necesidades de familiares y amigos con tantas manos como la diosa madre Durga hinduista, esa que gasta más brazos que un pulpo. Y llegan a la meta, y hacen, y tapan defectos, y dan, y vuelven a hacerlo todas las veces, aunque muchas noches se arropen en la cama con la dolorosa sensación de soledad de quien lleva en las espaldas la misma carga de Atlas, el titán.

Unas cuantas tienen la suerte de trabajar también fuera de casa y percibir por ello un sueldo: Loado sea el Señor, porque el peso se torna más llevadero cuando cada día laborable las reciben en un lugar donde al menos se las reconoce y respeta.

Luego están las cursis, falsamente elegantes, generalmente de la raza Quiero y no puedo, marquesas de Masquisiera y baronesas de Ganastengo, que no saben hacer la «o» con un canuto o fingen no saberlo, no van a la compra porque les duele la espalda y pasan por alto las incomodidades de los demás para satisfacer sus caprichos Y hay que ver cómo las quieren y las consideran. Me quito el sombrero ante tanto arte.

Las señoras, qué raza tan extensa y tan poco entendida. De pequeña soñaba con ser bombero, pero estoy pensando que de mayor me pido ser cursi.

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