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Misioneros y herejes

Cuando fui a Praga me quedé asombrado de la belleza de los templos barrocos de la ciudad. Parecían españoles y eran, desde luego, jesuitas: hijos de la Contrarreforma. Chequia se adelantó a Alemania en el establecimiento del libre examen, raíz de todas las libertades, pero El Vaticano no tardó nada en restablecer el orden con la aguerrida Compañía de Jesús. El arte no conoce el progreso. Para el arte sólo existen talentos ardientes o resfriados, por eso la Reforma produjo apenas nada en todas praderas de Norteamérica, mientras que los jodidos indiecitos hacían que la belleza se desbordase en los templos papistas de México, así son las cosas. Quien quiera saber más que lea 'El laberinto de la Hispanidad', del hoy independentista Xavier Rubert de Ventós.

Pero en política sí existe el progreso, la prosperidad, las libertades. ¡Y tanto que existen! Como muchos de mis amigos, sigo bajo los efectos detergentes de un artículo de Pedro Vallín publicado en La Vanguardia: Renuncia a Satanás (o como la Contrarreforma dirige la política española) ¿Puede un columnista recomendar otro artículo? Creo que si es excepcional, sí. Éste lo es. Según su autor, la Contrarreforma no sería, sólo, un episodio concreto, sino una especie de síndrome de repliegue que sería la aportación más singular de España. Un resorte nacional, como la Ilustración lo es de Francia, que atraviesa los siglos hasta esterilizar todos los proyectos liberales de los últimos doscientos años.

Un resorte con su base material, como nos exigiría un marxista, que se activó al expulsar del país a los únicos españoles que hacían algo constructivo -los moriscos (agricultura) y los judíos (comercio, finanzas, oficios)- y quedaron la ganadería, la guerra, el saqueo o el vivir de rentas como actividades principales: «Ayer la Mesta; hoy, las eléctricas, la banca o las constructoras». ¿Cómo consigue perpetuarse un sistema que persigue la economía productiva? Arrancándole la confesión al hereje. Con la delación y la hoguera cuando el relapso no rectifica. Con el celo misional que tantas conversiones ha procurado en forma de artículo 155.

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