Leo estos días una interesante publicación de cuatro investigadores de la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III (Cristina Linares, Julio Díaz, Rocío Carmona y Cristina Ortiz) sobre el impacto en la salud de las personas de las temperaturas extremas. El libro está editado por la editorial Los libros de la Catarata y aborda los efectos de la coyuntura climática actual en la ocurrencia de episodios de temperatura extrema, la definición oficial de las populares "olas de calor y de frío", la ocurrencia de estos eventos en España y sus consecuencias para la salud humana, el análisis de los planes oficiales de prevención existentes para hacer frente a estas situaciones atmosféricas de riesgo, así como la proyección futura de la ocurrencia de este tipo de fenómenos meteorológicos en el contexto de calentamiento global. Uno de los aspectos que más me ha interesado es la relación entre los excesos térmicos y la salud humana. Y en este aspecto el hipotálamo, glándula hormonal situada en el centro del cerebro y que es esencial para la coordinación de conductas esenciales del ser humano, cobra un protagonismo principal puesto que actúa como termorregulador del cuerpo permitiendo mantener una temperatura constante independiente de la temperatura ambiental. Para ello, el hipotálamo activa mecanismos de regulación de producción y pérdidas de calor (sudoración, contracciones musculares). No obstante, cuando la temperatura ambiental se vuelve muy extrema, por exceso de frío o calor, el cuerpo humano no es capaz de conseguir esta autorregulación y se desencadenan cuadros clínicos que llegan a desembocar en la muerte. Esto es especialmente preocupante en aquellos grupos más vulnerables como niños pequeños y ancianos. Por lo común estas muertes ocurren por agravamientos de enfermedades cardiacas o pulmonares previas. Así ocurrió en Europa durante la famosa ola de calor del verano de 2003, que causó 70.000 víctimas mortales, 6.600 de ellas en España. En 2002 una ola de frío se llevó por delante la vida de 900 personas en el norte de la India. El frío y el calor extremos matan. Y lo harán más en el futuro si se cumplen las previsiones de cambio climático.