Este 25 de noviembre, día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, se presenta con muchos claroscuros. Así, no cabe duda de que la portavoz de los socialistas en el Congreso, Margarita Robles, realizó el pasado jueves una excelente radiografía que dejaba al descubierto la falta de iniciativa del gobierno de Rajoy en este tema, ya que después de dos meses desde que se aprobada el pacto suscrito por casi todos los grupos parlamentarios, sigue sin contar con la necesaria cobertura económico, y por lo tanto, sin que se pongan en marcha ninguna de sus medidas.

A día de hoy, nos encontramos en un punto de cierta desesperanza, por cuanto parece que ha caído en saco roto un acuerdo que nació con el respaldado unánime de todas las fuerzas políticas, y que además, se presentó como instrumento indispensable para reactivar nuevamente esta materia. De nada sirve aprobar esas iniciativas, si las mismas no vienen acompañadas de una partida presupuestaría que convierta en realidad lo que hasta ahora son sólo buenas intenciones.

Desde mi punto de vista, una de las cuestiones más importantes donde debe poner el acento el Ejecutivo, siguiendo las recomendaciones de ese pacto de Estado, es respecto de la imprescindible ampliación del concepto de violencia de género. De ese modo, es necesario salir del injustificado ámbito donde se acotaba esta violencia sólo a las relaciones de pareja o ex parejas, para situarse en lo que verdaderamente debe entenderse por violencia machista, que no es otra cosa que, aquella que se produce contra la mujer por el mero hecho de serlo, indistintamente de la forma que adopte o a quién perjudique.

Que el legislador español siga empeñado en mantener esa distorsión conceptual, sólo provoca que no podamos calificar en sus justos términos jurídicos actuaciones tan deleznables como la presunta agresión sexual de una joven, perpetrada por una manada de individuos, que además tienen la desfachatez de seguir victimizándola, cuando la acusan en sede judicial de no exteriorizar suficientemente su dolor.

Estamos, en definitiva, ante una realidad ampliamente aceptada por la comunidad internacional, como pone de manifiesto la campaña institucional lanzada por ONU Mujer este año, en la que nos invitan a pintar el mundo de naranja para denunciar todas las formas de violencia que las mujeres sufren a diario. Y bajo esa reflexión, no cabe ninguna limitación en la defensa y protección del principio de igualdad invocado respecto de la mujer, así como en lucha contra esta lacra.