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Bertolt Brecht y Walter Benjamin: una amistad singular

No sabía hasta ahora, como seguramente ignorará también el lector, que Bertolt Brecht y Walter Benjamin hubiesen dejado juntos un esbozo de novela policíaca

No sabía hasta ahora, como seguramente ignorará también el lector, que Bertolt Brecht y Walter Benjamin hubiesen dejado juntos un esbozo de novela policíaca.

Lo documenta una exposición organizada por la Akademie der Künste (Academia de las Artes), de Berlín, que conserva los archivos literarios de los dos autores.

Brecht y Benjamin eran aficionados ambos al género negro y mientras que el segundo prefería adentrarse en la atmósfera mundana del siglo XIX, Brecht prefería al frío analista que era Sherlock Holmes, la creación de Arthur Conan Doyle.

Esa discrepancia de gustos como lectores no les impidió intentar escribir en 1933, el primer año de su exilio de la Alemania nazi, una novela de ese género, que iba a quedar, sin embargo, en estado fragmentario.

La concibieron como una serie en la que el investigador sería un juez jubilado cuya ambición consistía en resolver los casos sin que el criminal, considerado víctima del sistema, tuviese que responder ante una justicia de la que desconfiaban profundamente.

Fue en cualquier caso la del poeta y dramaturgo Brecht y el crítico y filósofo Benjamin una amistad singular, dado que seguían direcciones artísticas y sociales muy distintas, y que sorprendió siempre a sus contemporáneos.

El filósofo Günther Anders la calificó de "asimétrica"; el sociólogo y teórico de cine Siegfried Kracauer llegó a hablar de una relación "esclava y masoquista" de Benjamin con respecto a Brecht mientras que el filósofo Adorno dijo que la influencia de su amigo, Benjamin había hecho "tonterías".

Fue, sin embargo, según otros una relación mutuamente estimulante y productiva iniciada en torno a 1924 y que con importantes intervalos duraría hasta el suicidio de Benjamin en 1940 en la localidad española de Portbou, junto a la frontera francesa.

La fase más intensa coincidió con el exilio de ambos en Dinamarca, adonde primero viajó Brecht, quien invitó a su amigo, que envió también allí todos sus libros.

En la casa del poeta, ambos jugaron al ajedrez, al que eran muy aficionados, escucharon y teorizaron sobre la radio, hablaron de comunismo y fascismo y discutieron a veces acaloradamente tanto de su trabajo como de otros autores como Franz Kafka, Baudelaire o Sigmund Freud.

Sintiéndose obligado en cierta ocasión a defender su estrecha relación con Brecht, Benjamin acuñó la expresión "Pensar en extremos": ese tipo de relaciones, , escribió, podían ser peligrosas pero liberaban el pensamiento ya que permitían reconciliar lo aparentemente irreconciliable.

Al enterarse en su exilio norteamericano y con casi un año de retraso del suicidio de Benjamin ante su inminente entrega por la policía franquista al régimen de Vichy, Benjamin escribió versos como éste: "En la frontera insuperable/cansado de verse perseguido, se tumbó/y nunca más despertó de aquel sueño".

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