Los arroceros del Parque Natural de la Albufera nos sentimos engañados por los responsables del área medioambiental de la Conselleria de Agricultura, Medio Ambiente, Cambio Climático y Desarrollo Rural. Plantearon tarde y mal el plan de quema y/o recogida de la paja y, al día de hoy, buena parte de nuestros campos son casi un secarral, insólito para estas fechas, con los rastrojos sobre la tierra. La paja está por quemar (o recoger) en un 80 % del término de Sueca, que con 6.800 hectáreas de arrozales aporta un 33 % del territorio del parque protegido. Cambiaron nuestro sistema de trabajo para mejorar; y el resultado es que ha sido para peor. Así, no nos queda otra que pensar que se hacen imprescindibles cambios en el área medioambiental de la Generalitat en pro de una gestión seria, responsable y no intervencionista y dañina sobre la actividad de los agricultores.

El primer y único encuentro de representantes de la conselleria, agricultores y ayuntamientos para hablar sobre la paja se produjo el 3 de octubre en la capital de la Ribera Baixa, fecha en que la mayoría de los campos, salvo excepciones puntuales, ya estaban segados. La semana anterior se nos había expuesto la idea en la reunión de la Junta Rectora del parque natural. Llegaron con un plan establecido, la creación de dos bancos de paja en Silla y Sueca y un plan de quemas extraordinario hasta el 30 de noviembre. Julià Álvaro, secretario autonómico de Medio Ambiente, nos engañó; nos emplazó a un segundo encuentro para tres días más tarde con el propósito de resolver desde la conselleria el problema de la financiación. Y nunca lo convocó.

Se nos comunicó el plan y calendario de quemas, previa autorización en cada caso, priorizando las partes más hondas, las más susceptibles de inundarse en caso de algún episodio otoñal de fuertes lluvias. El día que a uno le correspondía no podía hacerlo por las condiciones atmosféricas de vientos o inversión térmica. Y así, un día y otro; una semana y otra. Ahora ya no dependemos de si llueve, graniza o deja de hacerlo: hay que pedir permiso a sus señorías. Todo ello, además de modificar nuestros hábitos, nos ha producido quebraderos de cabeza y dispendio económico a los agricultores.

Ahora, llegamos a finales de noviembre con la mayoría de la paja por quemar, o recoger, y sin poder haber inundado los campos porque una cosa condiciona la otra. Parte del parque natural es un secarral por la actuación irresponsable de quienes dicen velar por el parque de la Albufera. Si se hubiera quemado en los ocho o diez días inmediatos a la cosecha, como se ha hecho siempre que se nos ha autorizado, no hubiésemos llegado a este callejón de difícil salida.

También se ha prolongado durante dos meses el hecho de que se nos señale a los arroceros como responsables de la contaminación ambiental que sufre la ciudad de València. El mismo alcalde, Joan Ribó, ponía el dedo acusador sobre nuestro colectivo la semana pasada, período en que no se quemó ni un rastrojo. Alcalde de secano, diría, que se atreve a hacer afirmaciones sin conocimiento de causa; y más cuando la mayoría de las grandes ciudades españolas, donde no se quema paja, tienen el mismo problema ambiental.

¿Y cuál ha sido la actuación de la dirección del parque natural? Callar y enviar agentes ambientales a levantar actas a aquellos agricultores que estaban quemando paja en zonas presumiblemente autorizadas. Errores de apreciación por confusas que fueron las delimitaciones marcadas por la conselleria; y errores, también, en las fechas anotadas en algunas de estas actas. No estaría de más que el Ayuntamiento de Sueca interviniera en este caso porque ya sería hora de que se implicara.

Tras considerarnos engañados, que no cuenten con nosotros. La Comunitat de Regants de Sueca no volverá a participar en reuniones para hablar de lo que algunas voces han considerado problema de la paja. Los agricultores suecanos aportamos al lago de la Albufera el agua utilizada para el cultivo de 8.800 hectáreas, de las cuales 6.800 son de arrozales. El área medioambiental de la conselleria está necesitada de cambios después de esta cadena de despropósitos. La consellera Elena Cebrián, o el mismo presidente del Consell, Ximo Puig, deben intervenir. Una dirección del parque natural debe dar soluciones realistas antes que plantear y crear problemas.