Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Aún así, la lluvia

El otro día estuve en Ademuz, que es el lugar más alejado al que se puede ir (bueno la Tinença de Benifassà tampoco está cerca) sin salir de casa. Sí, ya sé, montar una agencia de viajes no debe de ser lo mío, pero yo bien que disfruté con el puchero local y las largas caminatas por la ribera del Bohilgues, cuyas aguas limpias son menos magras de lo que me esperaba -hay sequía aunque haya empezado a llover y a nevar- y hasta no hace mucho -años setenta del pasado siglo- movieron el molino de la villa y dos saltos, el segundo y más poderoso llamado de la Veguilla, tal vez porque la presa, antes de servir a la fabricación de luz, acercaba el riego a lechugas y coles que viven de ella, de la luz.

Un día, cuando salía de Torrebaja, vi como una humareda muy horizontal sobre una de las riberas del río Ebrón, un río, dice la leyenda, que siguió culebreando incluso después de secarse el Ebro. Créanse lo que les parezca bien. Ese río se ciñe a las curvas de un cañón porque sus aguas crían, primero, tobas y travertinos, piedras blandas, y, luego, se entretienen en perforarlas y abrir puentes naturales. La Tierra practica consigo misma el oficio de picapedrero. Pues cuando volvía a Torrebaja, aquella especie de humareda, había desaparecido. Luego no era niebla: habría crecido con el anochecer y el frío. Tampoco fuego, no quedaba ni un hilo de humo enredándose con los cristales del frío.

¿Qué era entonces? El paso, a buena velocidad, de un tractor por un camino de tierra que sin duda conocía el tractorista, me sacó de dudas: dejaba tras de sí una polvareda como una cola de novia nómada. Bienvenidos al tazón de polvo. La quietud del aire exangüe y petrificado, atrapaba hasta el penacho de humo de una fábrica, lo doblaba en escuadra y lo humillaba contra el suelo como una espiga rota, como si los gases (de efecto invernadero) pretendieran celebrar unos esponsales eternos con la tierra. Entonces me acordé de lo que dijo el ingeniero y amigo Antonio Estevan: un día no muy lejano chocaremos con la paradoja de sufrir la falta de agua incluso mientras llueve. Aún así, la lluvia.

Compartir el artículo

stats