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El PRI busca su efecto Macron

El saliente Peña Nieto confía en que el tecnócrata independiente José Antonio Meade, cinco veces ministro, gane las presidenciales de 2018

Hundido en las encuestas para las presidenciales mexicanas de 2018, el PRI del actual jefe de Estado, Enrique Peña Nieto, acaba de conseguir un golpe de efecto que le ha aupado hasta el segundo lugar. El golpe se llama José Antonio Meade, de 48 años, abogado, economista y doctor por Yale. Un tecnócrata sin partido que este lunes cambió la cartera de Hacienda por una precandidatura presidencial. El efecto buscado lleva el nombre de Emmanuel Macron, el tecnócrata socioliberal de 39 años que en mayo se alzó con la presidencia gala al frente de su propio partido y con la promesa de sacar a Francia del letargo económico. Macron había sido ministro de Economía (2014-16) con el socialista Hollande, hasta que dimitió para luchar por la Presidencia.

El propio PRI, en una intensa campaña dirigida a centros de poder, es quien presenta a_Meade como el Macron que hará de México un país próspero, pacífico y ajeno a la corrupción. Los objetivos en los que, precisamente, Peña Nieto ha fracasado, devolviendo el desprestigio a la corrupta formación que gobernó México de 1929 a 2000 y resucitó en 2012. La campaña incluye vídeos en los que se resalta que Meade tiene 25 años de experiencia al servicio del Estado y ha sido ministro cinco veces. También insiste en que Meade fue el único ministro del conservador Felipe Calderón (2006-2012) rescatado por Peña Nieto.

Para permitir que un independiente como Meade sea precandidato el PRI tuvo que modificar en agosto sus estatutos, jugada que ha de completarse en febrero con la elección del candidato. Entre tanto, cabe apuntar que el parecido con Macron es sólo aparente.

El francés, con una corta experiencia gubernamental, fue el resultado de una compleja apuesta de la tecnocracia -a la que se sumó la banca, la gran empresa y los liberales de derecha e izquierda- para romper el corsé bipartidista y sacar al país de dos décadas de estancamiento mediante una cura de neoliberalismo a la que los partidos se habían venido resistiendo.

Meade es otra historia. Por un lado, un cuarto de siglo en la trastienda y en la primera línea del Gobierno lo vuelven solidario con el estancamiento, la violencia y la corrupción que promete combatir. Por otro, su selección parece obra exclusiva no ya del PRI sino de Peña Nieto, quien revive así la tradición priísta de que cada presidente eligiese a su sucesor.

Tal vez por eso, un sondeo aseguraba ayer que el candidato izquierdista, Andrés Manuel López Obrador, goza de un respaldo que dobla el de Meade (32%-16%). Bien es verdad que los comicios se celebrarán en julio y que, hasta entonces, el PRI aún tiene tiempo de completar su resurrección con una nueva sucesión designada.

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