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«Aquell fexuch e pesat carrech del original peccat en sa merce no será trobat»

El Vita Christi (1492) de sor Isabel de Villena, obra fundamental de la única mujer de la nómina de escritores de la brillante literatura valenciana del siglo XV, comienza por el anuncio, hecho por «lo princep angelical» a Joaquín padre de María, de la concepción virginal de su hija, la cual por decisión de «sa magestat€ aquell fexuch e pesat carrech del original peccat en sa merce no será trobat».

Sor Isabel escribió la vida de Cristo en lengua valenciana, con un candor, sencillez y belleza singulares -con muchas licencias de piadosas tradiciones y aportes de relatos de Evangelios apócrifos- siendo Abadesa del Monasterio de la Trinidad -hoy cerrado y abandonado a su suerte- cuando el cenobio era ya habitado por las Franciscanas Clarisas, que hace pocos años tuvieron que desalojarlo por falta de vocaciones.

Impregnada del carisma franciscano, el «lead» del libro -capítulos I al III-, trata del nacimiento de la Virgen María y Inmaculada Concepción, lo cual ha sido orgullo y timbre de gloria de la familia franciscana, en cuya defensa se enfrentaron abiertamente a los dominicos que la negaban.

El ángel anunciador le explica a Joaquín, quien será el padre de María, que Dios la creará «segons son plaer e voler€ en la qual cambra será aposentat lo Fill de Deu omnipotent». Joaquín ha de edificar dicha casa, «car si lo Senyor no tenia la ma en esta fahena, debades o en va seria vostre treballar». Iba a ser un trabajo conjunto, en colaboración.

El mismo ángel busca luego a Anna, estéril, esposa de Joaquín, y le dice: «Nostre Senyor Deu vol que concebau huna filla tan singular, que peccat original, venial ni mortal en ella james será trobat. Pura de tota culpa la concebreu, e pura la criareu. E en puritat e nedea será tota la sua vida€».

«Mana nostre Senyor Deu li poseu nom Maria, que vol dir iluminada, car de la lum sua será iluminat tot lo mon. Aquesta será la Stela molt clara qui guiara tots los navegants per la mar tempestosa de aquest mon, els portara a segur port», sigue el relato de la monja escritora.

Anna, por su probada esterilidad, se sorprendió de la noticia de que iba a ser madre de la mujer «la pus bella de totes les creades€ e per sos diez sentintse prenyada, feu gran goig e festa; e axi passa los nou mesos, ab desig insatiable de veure aquella sancta fila que en lo ventre portava».

«Anna pari aquella excellent filla€ e com la veren faxadeta , donarenla en los braços de la sua mare». Cinco doncellas- Benignitat, Pobretat, Prudencia, Paciencia i Fermetat- cuenta sor Isabel, enviados por Dios llegaron para servir a la señora, le besaron su mano y pronunciaron emotivos parlamentos.

Llevada la recién nacida al tempo a los 80 días de su nacimiento, fue recibida por el gran sacerdote, quien dijo al verla que Dios «€us ha donat una tan excellent filla€ exemple gran lexareu en lo mon als tribulats, que tot lo seu refugi sia en oracio, si volen haver presta y complida consolacio». No sólo iba a ser Madre de Dios a Madre, sino también de muchos.

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