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De la festa, la vespra

Un valenciano, primer teólogo de la Inmaculada

San Pedro Pascual, mozárabe nacido en 1227 en la ciudad de Valencia, antes de que llegara a reconquistarla Jaime I, es llamado «el doctor inmaculista», por haber sido el primer teólogo que estableció las bases de la Inmaculada Concepción de María, que la Virgen fue Inmaculada, sin mancha de pecado, desde el primer momento de su concepción. La teoría la elaboró y defendió en los albores del nuevo Reino cristiano de Valencia y antes que lo hiciera el teólogo escocés Duns Scoto, quien ha sido considerado erróneamente por la Mariología el iniciador del movimiento inmaculista.

Los primeras creencias e intuiciones del misterio de la Inmaculada Concepción surgieron en el siglo VII en el seno de las primitivas comunidades cristianas, como apunta el profesor José Hinojosa.

Duns Scoto publicó sus primeras teorías inmaculistas en 1305, pero san Pedro Pascual, martirizado en Jaén donde fue obispo, se le adelantó con diversas obras escritas en romance entre los años 1295 y 1299.

San Pedro Pascual decía que «la Verge María, per Déu electa, la qual devia concebre e infantar lo seu fill, fo per Déu reservada, e gordada de tota macula; e peró diz la Scriptura: axí com lliri entre espines, axí es la mia amada entre les flors, ço es entre filles». «La qual Verge ans de la creació era ella electa esser mara de Déu volch revelar per lo seu Angel Gabriel aquesta concepció, e açó feu Déu per gracia special, e volch la reservar del pecat original, lo qual es mortal, e de tota altra lesió e sutzura, e açó feu Déu per gracia així com aquell o qual devia pendre de aquesta carn lo qual devia esser bell (...) Donchs si la Verge María es concebuda en pecat original, aurem a dir que alguns temps fou en la ira de Déu, çó que no es deu dir pas ne creure; mas que ans de la sua concepció e apres es estada en la gracia de Déu e en la sua amors».

La transcripción de esta bella teología de san Pedro Pascual la he tomado de los interesantes trabajos del valenciano Miguel Ángel Catalá Gorgues, el laico que más sabe de la Inmaculada en España.

El Reino cristiano creado por Jaime I bebió de las doctrinas teorías mozárabes y las que trajeron los predicadores llegados con los conquistadores. De san Pedro Pascual y sus catecismos saldría la teología inmaculista. «I volgué Déu preservar a la Santísima Verge del pecat original, el qual era mortal, i tota altra lesiò de brudetat. I açó ho va fer Déu per gràcia com Aquell que devia pendre carn d´Ella i esser fermós i el més fermós dels fills del hòmens segons era ja profetitzat». (Biblia Parva, edición de 1492)

Impregnados de estas teorías y sentimientos los reyes de la Corona de Aragón defendieron que la Virgen María estuvo libre del pecado original desde el primer momento de su concepción. Juan I de Aragón, el 14 de marzo de 1394, proclamó la Pragmática «Quid mirantur», mediante la cual fijaba civilmente lo que al final sería dogma de fe en la Iglesia y ordenaba celebrar todos los años la fiesta de la Inmaculada Concepción. Se establecía que la divina maternidad de María es fundamento de la Inmaculada Concepción de María, ¿si Dios pudo santificar a Juan Bautista antes de María, por qué no lo pudo hacer con la Virgen? En consecuencia, proclamó la «sancta e pura concepcio de la Verge, Mare del nostre salvador», ordenando que así se creyera y defendiera en todos los territorios de su dominio, advirtiendo que si alguien afirmara que la Virgen María «fo concebuda en peccat original» caería sobre él su «Real indignación» y sufriría pena de destierro.

Con el paso del tiempo, la Inmaculada sumaría adhesiones y solemnidades. En 1530, la Universidad de Valencia hizo voto de defender el misterio de la Concepción. Nadie se podía graduar sin jurarlo. En el siglo XVII, las fiestas inmaculistas eran barroquísimas. Carmen Rodrigo Zarzosa las ha reflejado en el libro titulado «Solemnes fiestas en honor de la Inmaculada Concepción celebradas en Valencia en el siglo XVII», éstas a consecuencia de que en 1622 el papa Gregorio XV se pronunciara a favor, lo que en 1661 reiteraría el Papa Alejandro VII en la «Sollicitudo omnium Ecclesiarum», precedente del actual dogma de fe proclamado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, en su bula «Ineffabilis Deus».

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