Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La decisión de Trump

La decisión de Donald Trump de reconocer Jerusalén como capital de Israel ha sido una putada y no sólo para los palestinos. Ha sido una putada para todo el mundo, que sufrirá las consecuencias de la ira de todos los que han sentido un profundo malestar por esta decisión unilateral. Trump no es el dueño del mundo. No puede, en el damero mundial, mover las fichas a su antojo y en función de un programa electoral que de afectar única y exclusivamente a los norteamericanos, no al resto del mundo que no le ha votado ni falta que hace.

Las iras del Averno se han desatado ya en la zona. El grupo islamista Hamás, al que la decisión de Trump ha dado de nuevo alas, promete el comienzo de una nueva intifada llamada «la liberación de Jerusalén». Estaban las cosas en la zona medianamente tranquilas, como aletargadas y el energúmeno yanqui ha venido a enturbiarlas y despertarlas en un momento en el que el mundo no necesita más movidas como tampoco necesita más locos. Con Trump, Puigdemont y Kim Jong-um, ya tenemos bastante. A ellos hay que añadir Maduro de Venezuela, Bashar al-Ásad de Siria y todos los cafres fundamentalistas que actúan bajo la bandera negra del Estado Islámico.

Sólo nos faltaba Trump liándola fuera de Estados Unidos. Lo que haga con su país es su problema, el de su administración y el de los yanquis que están de él hasta la chistera del tío Sam. Lo que haga fuera de Estados Unidos nos afecta a todos, nos importa a todos y todos estamos en la obligación de mostrar nuestro desacuerdo, eso sí, pacíficamente. Al pueblo palestino no se le puede seguir afrentando de forma tan chulesca y prepotente. Todos los esfuerzos por la paz los ha hecho trizas con una decisión errada el rubio este de bote que bajo el tupé debe tener una cabeza buena para las finanzas pero no para la política y mucho menos para la política internacional. No me extraña que donde quiera que va en visita de Estado, se le reciba por parte de la ciudadanía con uñas y dientes. Los locos también han gobernado el mundo y con sus locuras lo han llevado al borde del precipicio.

Pero no quiero que a este imbécil listo se le disculpe por una cuestión de la que siempre se echa mano para exculpar a los malos de solemnidad, a los imbéciles como Trump: la locura. En política es mala compañera de camino. Gente como Trump o como el coreano, o como el sirio o como el venezolano son los que suelen poner en peligro la paz del mundo. Unos más que otros, dependiendo del poder que ostenten.

Compartir el artículo

stats